
Es muy probable que, siendo niños, todos nos hayamos visto envueltos en una situación en la que alguna rencilla, o en la dinámica relacional del grupo con quien estuviéramos, pasara algo tal que alguien dijera: “Si no me dejáis jugar, cojo y rompo el juguete y no juega nadie”.
A priori, es un comportamiento “infantil” con el que, quien más quien menos, se siente identificado, sea porque tiene hijos y lo ha vivido en casa, sea porque nosotros mismos hemos estado en esa situación y nos ha dado esa rabieta al ver que otros niños no nos dejaban participar en lo que fuera que estuviera siendo el centro de diversión en ese momento.
Lo que quizás ya no sabemos es que esa frase refleja la activación de no menos de cuatro programas y yoes de comportamiento concatenados, unidos entre sí por lo que, en el primer nivel de la formación, llamamos “puente entre runas”, y que no son otra cosa que conexiones energético-mentales que unen, como el que ata con una cuerda varios elementos para que todos estén conectados entre sí, diferentes comportamientos del patrón conductual. Es un poco como un dominó que, cuando cae una ficha, hace caer a la de al lado, detonando secuencialmente una programación compleja que provoca una serie de actos automáticos que llevan a la expresión de esa frase por parte del peque, y a la preparación para su ejecución por parte de su mente y programación.
¿Y cómo funciona este mecanismo en nuestra psique? El detonante inicial de esta concatenación es el programa de exclusión, el que se activa cuando a un niño (en este ejemplo) se le aparta de un juego, grupo, actividad, etc. Los sentidos y la programación de la psique, al percibir la exclusión y no querer aceptarla (pues, por ejemplo, el “yo social” del niño quiere participar a toda costa en ese juego), inician una secuencia de análisis buscando opciones para poder contrarrestar la situación y unirse a los demás en lo que sea que estén haciendo.
Para la mayoría de personas, la exclusión, según cómo estemos programados cada uno por las experiencias que hayamos vivido, está conectada en general con el sentimiento y la programación de tristeza por sentirte fuera del grupo y de la actividad, por lo tanto, al verse activada, genera un impulso energético desde la runa mental donde se encuentra el programa “exclusión” que detona el programa “tristeza” en alguna otra runa del patrón conductual. En ese momento, su yo asociado, el “yo triste”, toma en cuestión de milisegundos el mando de la personalidad, relegando al “yo excluido” que ya ha hecho su papel y ha pasado el testigo de la reacción al siguiente programa.
El “yo triste”, en ese momento, inicia la búsqueda de alternativas para solucionar la situación, así que comprueba con qué otros programas está conectado en el patrón conductual y qué runas puede activar. En un cómputo sencillo por simulación de escenarios, se da cuenta de que, si el objeto del juego lo hace suyo, el niño será el centro de éste, atrayendo a los demás hacia sí mismo, lo cual soluciona primero la tristeza y, en cascada “revertida”, soluciona la exclusión.
En este punto, y tras el análisis de las diferentes runas con las que “tristeza” tiene conexión directa, se da cuenta de que, para atraer aquello que sea el centro de atención del grupo hacia el niño, el programa más “a mano” es el egoísmo, ya que activa las rutinas de la psique de “aglutinar” y “coger para mí” aquello que esté siendo objeto de atención por parte de los demás. Por lo tanto, “si no me dejáis jugar, cojo el juguete…” ya empieza a poner en marcha una respuesta automática por toda la programación mental para solucionar el detonante inicial de “exclusión” que activó toda la secuencia.
Ahora bien, no todo va tan fluido ni el niño se saldrá en general con la suya a la primera. El ser humano tiene muchos mecanismos defensivos por naturaleza, y ante una amenaza de este tipo —“si no hacéis esto, yo hago lo otro…”—, en general, no solemos capitular inmediatamente, pues el resto de niños también analizan y computan en sus psiques (su programa ego inicia la secuencia de análisis con los diferentes yoes que puedan estar involucrados en la situación), para ver si realmente es necesario ceder a lo que la frase “si no me dejáis jugar, cojo el juguete…” puede implicar, o si no tiene credibilidad esa supuesta amenaza para el desarrollo del juego y la actividad.
Por lo tanto, como el programa “egoísmo” no tiene fuerza por sí solo si hay resistencia por parte de otros niños que le impidan tomar para sí ese juguete, se busca un último programa que sirva como “refuerzo” para afirmar la acción que se desea llevar a cabo. Es decir, el niño no quiere quedarse el juguete y no quiere estar triste; lo que no quiere es estar excluido y desea participar con los demás. Como la vía para ello es la “amenaza” a los demás con quedarse el objeto con el que se está jugando, se añade algo al comportamiento para demostrar que se va en serio. En este caso, se manda un impulso desde la runa de egoísmo a la runa de “destrucción”, cuya intención es activar y preparar al “yo destructor” para tomar acción si no existe otra alternativa viable para que le dejen jugar con todos.
Así, en cuestión de milésimas de segundo, se completa la detonación de todos los mecanismos mentales implicados en el “Si no me dejáis jugar, cojo y rompo el juguete y no juega nadie”, que ha activado no menos de cuatro programas unidos entre sí por puentes rúnicos que han preparado automáticamente a la psique para llevar a cabo una acción determinada, con el fin de solucionar una situación inicial percibida como “no deseada” por la programación del niño (la exclusión). A partir de aquí, ya es un tira y afloja entre programaciones y comportamientos de todos los demás niños, y el resultado puede ser tanto que otros cedan y el niño termine incorporándose al juego, contento y feliz por ello, o que los demás se cierren en banda y el niño termine dándole una patada o cogiendo el juguete y rompiéndolo para demostrar que va en serio, así como todas las versiones intermedias que pueden llegar a darse en una situación así.
Y cuando somos mayores…
Pues bien, ahora pensemos que todos nosotros hemos crecido y somos adultos. Ya no nos peleamos por un juguete, pero ¿Ha desaparecido esa programación? ¿Se han desactivado los puentes entre runas que detonan secuencialmente comportamientos como los que hemos visto? No, a menos que se haya hecho un trabajo de sanación y desprogramación mental, tu psique sigue intacta tal y como estaba programada cuando eras niño. Has madurado, puedes controlar mejor tus comportamientos o reacciones (algunos más que otros), etc., pero esas conexiones (y miles de otras) siguen estando ahí.
Así, cuando eres adulto, por ejemplo, y se activa la exclusión de nuevo (en tu trabajo tus compañeros no te hacen mucho caso, tu jefe te ignora, nunca te dan proyectos importantes o lo que sea del estilo), se activa la misma secuencia, pero, en este caso, se adecúa a la realidad del entorno de la persona y a la situación en la que se encuentra.
De la exclusión se pasa igualmente a la tristeza (en otros casos, puede detonar ira u otra reacción emocional, por ejemplo), y de la tristeza se activa de igual forma el mecanismo de análisis con el envío hacia los diferentes yoes de la pregunta: “¿cómo soluciono este tema?”.
De nuevo, se hace una simulación de escenarios mentales (y puedes ser o no consciente de ello, imaginándote cosas que harías o no harías al respecto) hasta que tomas una decisión (también normalmente de forma automática y, normalmente, inconsciente) y, con ello, aparece la solución (reactiva), por ejemplo, de hacerles la vida imposible a tus compañeros, sabotear o hacer algo en el trabajo en algún proyecto que les fastidie porque ellos (supuestamente) te han fastidiado a ti, y cosas así. Recordemos que suelen ser comportamientos detonados secuencialmente y automatizados, así que su control depende del nivel de consciencia que tenga la persona sobre sí misma y de la estructura de su psique en ese momento.
Ahora estamos en la misma situación que estaba el niño del ejemplo anterior, pero en un contexto de “adultos”, aunque siendo los mismos programas exactamente, activados en la misma secuencia, por detonantes que tienen el mismo contexto. Ahora bien, como en el caso anterior, nos falta reforzar de alguna manera nuestra posición para poder salir “victoriosos” de esta situación y, puesto que es posible que el programa “destrucción” no tenga cabida en la situación laboral y no se pueda usar como refuerzo, se buscan alternativas en programas que permitan solucionar la “exclusión” inicial. Estas pueden ir desde el enfado y plantarse ante otros para expresar esa tristeza por estar excluido, hasta sabotear literalmente algo para que nadie pueda “hacer eso” si tú no estás involucrado.
Como ya podéis imaginar, aquí, cuanto más poder tienes y/o más alto estás en la jerarquía de una empresa, organización, institución, gobierno, etc., más daño se puede hacer por esta “simple” y misma configuración psíquica que todo ser humano trae de serie. Y, como ya intuís, múltiples problemas de confrontación en la sociedad a muchos niveles se dan por este tipo de programación automática que se activa por defecto, simplemente porque están unidas por puentes energéticos las rutinas de comportamiento que forman parte de nuestra programación mental. El “antídoto”, por otro lado, es, como siempre, la consciencia, pues la autoobservación de uno mismo y el darse cuenta de que se están activando reacciones automatizadas que no has decidido conscientemente activar es lo que permite el control y gestión de esa secuencia de programas y, así, dirigir tu comportamiento de forma consciente hacia cualquier otro tipo de respuesta que te sirva para lidiar con esa situación o encontrar la forma de cambiarla o transformarla por otros métodos o a través de otras alternativas.
Y si eres un dirigente de un país poderoso…
Básicamente, este comportamiento ahora mismo está muy activo en algún dirigente mundial, por la configuración psíquica de su estructura mental, y este mismo mecanismo está siendo usado tanto por “SC Occidente” como por “SC Oriente” para activar continuamente cambios de comportamiento, decisiones, planes de actuación, etc. Así, en vez de amenazar con destruir un juguete, se amenaza con invadir un país, cambiar unas reglas del juego internacionales por aquí o por allá, expulsar a unos cuantos millones de personas o liberar quien sea por otro lado, poner bloqueos comerciales, ser amigo hoy de cualquier otro dirigente tal y mañana amenazarlo con cualquier cosa. Todo, simplemente, porque en lo profundo de esa psique existe (presumiblemente) un trauma de “exclusión” que está siendo muy manipulado por los poderes que rigen a la humanidad en estos momentos para activar la toma de decisiones de esa persona.
Si hoy los daemons y miembros de SC con capacidades psíquicas altamente desarrolladas de un bando consiguen acceso a la psique de ese presidente, lo activan para que haga esto o lo otro, piense de una determinada manera y tome unas determinadas decisiones, y, mañana, cuando son los daemons y miembros del otro bando de SC los que ganan el pulso para controlar su estructura mental, lo mandan a hacer todo lo contrario y revertir sus opiniones y decisiones de ayer para poner otras por otro lado que beneficien más al bando de SC que ha logrado su control.
Ahora mismo, la mente de quien ya podéis imaginar es un tablero de ping pong brutal, y la personalidad al mando no necesariamente es consciente de ello. Pero como está en la posición de poder en la que está, y tiene las carencias que tiene (como todos o casi todos tenemos), está siendo usado por los linajes de SC de ambos bandos para influir en la geopolítica mundial, dando unos bandazos relativamente bruscos según la lucha de aquellos que buscan el acceso a su psique y decanten, con ello, la gestión de su personalidad hacia uno u otro lado.
No sé como acabará este tema para la propia programación y estructura psíquica de esta persona, pues hay al menos dos daemons de jerarquía ABX2 luchando entre sí en su estructura mental para abrir «hueco» a la influencia de diferentes grupos «psíquicos» de SC. Lo más probable es que veamos un deterioro psíquico manifestándose muy rápidamente por el desgaste que este tipo de cambios de programación y envenenamiento mental producen en el avatar cuando se dan con tanta intensidad. Aun le quedan tres años de mandato, pero dudo de que vaya a estar cuerdo cuando los complete si esto sigue así a este ritmo.
