Esta semana he estado realizando el primer nivel de un curso en terapia regresiva a vidas pasadas que ha sido extremadamente interesante, y que ha sacado de mí, y de muchos de mís compañeros, un buen puñado de lecciones sobre la vida que nos van a dar mucho que reflexionar en los próximos días y semanas.
No es mi intención explicar cómo funciona y para qué se usa la terapia regresiva a vidas pasadas, y menos entrar en una discusión sobre la reencarnación y si creemos o no en ello (se usa con igual eficacia creas o no en la reencarnación, tratando los contenidos que salen de cada regresión como algo simbólico, en vez de decir que provienen de una vida pasada), pero sí valorar los resultados personales que he obtenido. Para empezar, y como decía nuestra profesora, la terapia regresiva es una terapia de humildad.
Cuatro detalles sobre como funciona una regresión a vidas pasadas
Un proceso de regresión empieza con una relajación y una visualización que te ayuda a entrar en el estado regresivo en el cual tu subconsciente puede, sin los condicionantes de la mente analítica, ayudarte a sacar experiencias pasadas que puedan estar condicionando, limitando o dañando experiencias y situaciones en esta vida actual. El ejemplo más claro es una fobia que no tiene causa específica ni real en esta vida, sentimientos hacia una persona (buenos o malos) que no se pueden explicar porque no sabes de donde te vienen esas reacciones; limitaciones y sufrimientos por los que pasamos a los cuales no les encontramos un porqué, etc.
Puesto que este primer nivel es para adentrarte en las técnicas y métodos, básicamente la regresión consiste en llevar al sujeto a una vida pasada significativa relacionada con el tema que desee tratar, encontrar aquellos hechos más importantes, hacer puentes con la vida actual para poder proporcionar una comprensión del porqué se está viviendo una situación o se tiene un miedo o una limitación (si la causa está en esa otra vida pasada), y luego llevar a la persona hasta el final de su vida anterior, extraer las conclusiones que saca la persona sobre cómo vivió esa vida, que aprendió, que sintió, que le faltó o que quería hacer y no hizo (o si), y luego llevarla al espacio entre vidas donde se consigue la compresión del porqué de muchas situaciones. Todo esto, escrito en estas pocas líneas, no es más que una simplificación de uno de los métodos y técnicas de desarrollo personal y crecimiento interior que he conocido hasta ahora más potentes, en su fase inicial de introducción.
Terapia de Humildad
El título de la terapia de humildad viene por las lecciones que todos hemos sacado en estas sesiones sobre nuestras acciones (o no acciones) en vidas anteriores. Todos hemos hecho daño, a todos nos han hecho daño, a veces hemos tratado mal a personas, en otras vidas nos han tratado mal a nosotros, hemos matado, nos han matado, hemos juzgado, condenado, y nos han juzgado, y nos han condenado, muchas muchas veces.
Los enlaces kármicos entre vidas, promesas que uno se hace a si mismo para no volver a pasar por una situación (por ejemplo, sufrir mucho por amor y antes de morir decirte a ti mismo que no volverás a enamorarte nunca, y ver como durante muchas y muchas vidas no consigues encontrar pareja estable o ese amor que anhelas) han estado a la orden del día en muchos de los resultados que han ido saliendo en diferentes sesiones.
Uno se vuelve humilde. Porque de repente comprende «en carne y hueso» que es mucho más que este «cuerpo» que habita ahora, y porque además comprende que hay cosas que le sobrepasan, que ha tenido que pasar muchas veces por la misma situación para entenderla y aprender la lección, y que por el simple hecho de no ser capaz de entender que el amor, el ayudar a otros, el compartir, son los dones más preciados que se tienen y lo que más se valora cuando uno deja esta escuela de la vida, hacen que de repente muchas cosas cobren una nueva perspectiva.
¿Quién fuí yo en otra vida?
La curiosidad por conocer «quién» fue uno desaparece relativamente. Os contaré que estos días me he visto como un arquero en la edad media, como un bufón en la corte de un rey francés, como una anciana abandonada o como una doncella de un caballero medieval, pero ninguno de esos personajes tenía importancia en sí mismo, sino era por la lección o el mensaje que al final de cada una de esas vidas se podía sacar y su relación con tu situación actual. Mi cura de humildad ha venido al comprender que, quizás, en algunas vidas no he dado tanto amor como tendría que haber hecho, por ejemplo, o que la forma en la que fui tratado en esas vidas ha condicionado mi forma de comportarme en estos momentos en según qué situaciones. Y todos mis compañeros han vivido lo mismo.
Y es que si hemos aprendido algo, es que lo que más valoramos todos cuando estamos a punto de morirnos es como hemos tratado a los demás y como nos hemos sentido nosotros. Justo salir de la sesión de hoy, cuando cogía el coche camino de casa, al poner la radio, la primera canción que ha sonado ha sido la de Belinda Carlisle «Heaven is a place on Earth» y la primera frase era «In Heaven Loves comes First» (en el cielo, el amor es lo primero). No podía haber recibido mejor mensaje, tras esta terapia de humildad.