En un lejano monasterio un maestro le contaba una historia a su discípulo.
– Escúchame con atención, pequeño – dijo el anciano – pues te voy a contar una de las leyendas que corren respecto a la historia antigua de nuestro planeta. Es una leyenda que ha ido pasando de generación en generación y que todo el mundo en nuestra comunidad, llegado a una cierta edad, debe conocer y comprender, pues encierra una gran lección que tendrás que asimilar si deseas seguir formando parte de este bello lugar.
– Te escucho maestro, te agradezco que puedas contarme la historia…
– Empecemos pues…
Hace eones de tiempo, en el centro de nuestra galaxia, los maestros arquitectos, grandes creadores de vida que vivían junto al Logos se recreaban formando estrellas, soles y sistema planetarios por doquier en los cuatro confines de la Vía Láctea. Varios de esos arquitectos planetarios, después de lanzar una estrella por aquí, un sistema por allá, se percataron de que en uno de los sistema solares ya creados había hueco para otro pequeño planeta, y como estaban con el tono creativo subido, guiñáronse el ojo unos a otros y dijéronse: “creemos un lugar que sirva para ser disfrutado por todas las razas y seres que existen en nuestra galaxia, creemos un pequeño paraíso ahí donde las condiciones son óptimas para ello”.
Dicho y hecho, ese pequeño paraíso fue formado primero a nivel energético, los moldes de los diferentes cuerpos etéricos que iban a componerlo fueron creándose, primero desde el plano más sutil hasta los planos más densos, donde finalmente la materia empezó a condensarse y a formar una perfecta y compacta masa sólida.
Las energías de los elementos empezaron a mezclarse, el fuego y el aire, el agua y la tierra. Se formó el núcleo del planeta, con vida y conciencia propia, se formaron los mares, cuyo espíritu sentó las bases para la vida en el agua, se formaron los primeros campos energéticos que dieron lugar a formas primitivas de flora, se integraron la energía y furia del fuego en los volcanes y el espíritu del viento en la atmósfera. A medida que millones de años iban transcurriendo, pues los arquitectos creadores tenían que dejar enfriar y reposar su creación, las energías combinadas de los elementos dieron lugar a las energías de la naturaleza y crecieron árboles, plantas y flores por doquier. Los elementales del fuego, del agua, del viento y de la tierra manifestaron a elfos, hadas, ondinas, salamandras, gnomos y todo un elenco de seres para velar por el buen funcionamiento y el crecimiento de este planeta que nacía como una joya azul, vibrante, un punto resplandeciente dotado de todo aquello que podría considerarse necesario para que el nuevo planeta fuera uno de los paraísos y lugares de reposo de toda la galaxia.
Así, cuando el planeta estuvo listo físicamente, los grandes arquitectos informaron a diferentes razas de la galaxia, y muchas se asombraron al descubrir tal maravilla en el espacio, en un sistema solar tan poco conocido hasta entonces. Muchas de ellas se convirtieron en jardineros y sembradores de vida, trajeron muchas especies de animales y plantas de sus propios sistema y las añadieron a las especies que el planeta había manifestado en su propia habilidad creativa. La Tierra se convirtió en un compendio de conciencias que compartían un mismo cuerpo físico, que se autodenomino Kumar, pues los espíritus de los elementos, la conciencia del núcleo del planeta, los seres que cuidaban de la naturaleza y los propios espíritus grupales de los arboles y los animales se unieron para trabajar juntos por el desarrollo de la vida en armonía con el resto de la Creación.
Desde el espacio, las múltiples razas que habían sembrado parte de la vida orgánica se regocijaban desde sus naves al ver como crecían las plantas, como avanzaban y se desarrollaban nuevos animales, como la belleza del planeta se incrementaba en cada instante.
Sin embargo, un buen día, desde una de esas naves desde donde se supervisaba el desarrollo del planeta, algunos de los cuidadores del mismo vieron pasar otras naves que rápidamente descendían hacia la superficie del planeta azul. Estupefactos, pues no sabían de quien pudiera tratarse, ya que todas las razas que habían colaborado en la siembra del planeta estaban en permanente contacto respecto a sus trabajos de “jardinería», decidieron enviar emisarios voluntarios para ver que estaba sucediendo y quienes eran esos nuevos visitantes. Pero para ello debían ir de incógnito, no sabiendo que podían encontrarse, así que no les quedó otro remedio que entrar encarnando en una de las especies que pudiera albergar, aun con dificultades, una conciencia de alguno de los jardineros para que este pudiese observar que estaba pasando de forma totalmente clandestina.
Así, uno de los seres que monitorizaba el planeta decidió bajar, entrando primero en los planos internos no físicos, donde diferentes guías y seres de luz le indicaron como construirse un “alma”, que iba a ser el vehículo energético que iba a necesitar para poder usar uno de los “contenedores” disponibles, la vida orgánica más avanzada representada por una de las nuevas especies de saurios conocidos como trodoones que se había desarrollado de forma natural en los últimos miles de años tras haber recibido, por parte de los jardineros y formatierras mayor capacidad inteligente y autoconciencia para convertirse en la especie dominante del planeta.
El jardinero aprendió como introducir su ser dentro de ese traje energético que los guías le ofrecían y que habían denominado “alma”, y se fusionó con ella, pudiendo entonces entrar en el plano físico.
Reuniéndose primero con el gran espíritu de los animales, pidió permiso a ese ser que gobernaba entonces la conciencia grupal de los trodoones para usar uno de sus cuerpos físicos, permiso que le fue concedido, así que este jardinero se vio finalmente encarnado en uno de los miembros de la especie y pudo observar a los seres recién llegados al planeta sin ser visto ni detectado.
Pero lo que vio le horrorizó.
¡Por todos los creadores de sistema! exclamó.
Miles de trodoones como el cuerpo que el mismo estaba usando habían sido capturados, atados, encadenados, ¡y estaban haciendo experimentos con ellos! ¿Cómo es posible? ¿Quienes son estos visitantes? ¿Cómo pueden estar dañando y haciendo esto con la vida en este planeta? El jardinero se acerco más a uno de los centros donde se habían establecido los visitantes del espacio, para intentar ver que pasaba, pero lamentablemente también fue capturado. Lo tumbaron en una camilla y empezaron a inyectarle cosas, a hacerle pruebas, a someterlo a terribles experimentos.
El jardinero se disoció del cuerpo, salió del mismo pues no era capaz de aguantar aquello, dejó que el trodoon falleciera y decidió volver a su nave y puesto de observación. Pasó primero por el plano donde residía el gran espíritu de los animales, allá se despojo de su alma, que reintegro con la energía del campo de esa raza, y donde empezó a ver con tremendo horror como miles de almas de trodoones llegaban cargadas con ira, rabia, dolor y estupefacción ante lo que estaba ocurriendo.
El gran espíritu de los animales no daba crédito, estaban matando, torturando y experimentando con su contrapartida física y su ser, su conciencia, que no conocía más que la pureza, tranquilidad y felicidad de la vida empezó a cargarse con emociones poco conocidas hasta entonces. El jardinero se despidió del gran espíritu y le prometió encontrar una solución a lo ocurrido. Tras eso regreso a su nave.
Continuará…