El día a día está plagado de una contaminación acústica de la que muchas veces no nos damos ni cuenta. El estrés que el ruido de la calle, la oficina, la gente hablando, niños llorando, coches y motos pasando, genera, se absorbe inconscientemente y nos debilita sin darnos cuenta de ello la mayoría de las veces. A pesar de que un ruido repetitivo tiende a ser ignorado por nuestra mente consciente (y ya no nos damos cuenta de él), aún sigue llegando a nosotros y creando estrés en nuestro interior. No es sino cuando de repente se hace un silencio total y repentino, que nos damos cuenta que algo nos estaba machacando el oído constantemente. Esos minutos de silencio es cuando hacemos un «ufff», y dejamos ir la presión acumulada.
Nuestra mente necesita descanso, tanto o más que nuestro cuerpo, y necesita organizarse y prepararse para gestionar eficazmente todo lo que va entrando a través de nuestros sentidos. Además de un correcto descanso durante el sueño, también durante el día, cuando estamos despiertos, tenemos que dedicarle un rato para organizar nuestros pensamientos y dar instrucciones claras sobre como queremos que se desarrolle nuestra actividad.
10 minutos al día
El intervalo justo cuando nos levantamos y justo antes de irnos a acostar son dos de los momentos más importantes del día para nuestra mente consciente. Cualquier cosa que hagamos a primera hora de la mañana establece el tono y el ánimo para como vamos a comportarnos y vivir el resto del día, así como cualquier cosa que hagamos justo antes de acostarnos nos dará la medida del nivel de descanso que vayamos a poder conseguir con el sueño.
Tanto después de levantarnos como antes de acostarnos, el mejor ritual personal que podemos hacer es estar 10 minutos en silencio con nosotros mismos. No hace falta ponernos a meditar si no queremos, pero simplemente quedarnos relajados 10 minutos en silencio nos va a dar el estado de tranquilidad necesario para acometer con fuerza nuestra actividad cotidiana. Durante estos minutos hay que escucharse a uno mismo, prestar atención a lo que a uno le pasa por la mente y mandarnos las instrucciones necesarias para programar nuestro día.
Por ejemplo, mientras estamos tranquilamente sentados en el sofá de casa o en la cama justo después de habernos levantado, podemos establecer las pautas mentales que queremos que se ejecuten: «hoy tengo un día cargado de reuniones, así que voy a estar tranquilo y sin alterarme durante todas las horas que esté discutiendo de trabajo«, «hoy voy a mantener una actitud optimista a pesar de lo que mi jefe me diga«, «hoy quiero centrarme más en lo que la gente me dice y pararme a escucharles más atentamente«, etc.
Por la noche, el ritual es el mismo: «esta noche mi mente va a descansar de la tensión acumulada durante el día«, «quiero que durante la noche mi mente se relaje y se olvide de las preocupaciones«, «esta noche no voy a pensar en los problemas de mañana«, etc.
Convertirlo en un hábito
Varios expertos en conducta dicen que cuando hacemos algo de forma seguida por unos 30 días se convierte en un hábito implantado con fuerza en nuestro interior. ¿Os imagináis lo potente que puede ser que nuestra mente sepa como comportarse cada día con solo diez minutos de instrucciones? Convirtiendo el ritual del silencio en un hábito, no solo liberamos estrés y tensión, sino que además nos enfocamos en lo que realmente nos importa en el día a día.