Hoy he encontrado un artículo de Salvador Freixedo, un prolífico escritor (entre otras cosas) sobre temas de entidades de todo tipo que el llama “dioses” (y sobre referencias a ellos en todas las religiones, textos sagrados, la historia de nuestro planeta y demás) que me ha gustado mucho. Todo lo que Salvador Freixedo habla en su trabajo es lo que yo llamo en el mío “sistema de control y manipulación por entidades de niveles evolutivos superiores” (es un poco más lioso, lo reconozco), y refleja con diferentes palabras los mismos conceptos que yo tengo en mente cuando me enfrento al mundo en el que existimos. Aquí os lo transcribo parcialmente por si os interesa:
El hombre y el Cosmos
El cosmos es muchísimo más complejo de lo que a primera vista se nos muestra. Y aunque parezca una paradoja, muchos de los que se llaman a si mismos científicos, son lo que menos se percatan de esta gran verdad, pues tienen la mente demasiado tecnificada y creen que sólo lo que ellos pueden comprobar con sus aparatos o con sus cálculos, es lo que es “real” o posible. Pero no es así. Del Cosmos apenas si conocemos una infinitésima parte, debido fundamentalmente a que el instrumento con el que contamos para conocerlo- nuestro cerebro- es muy limitado, sobre todo comparado con la vastedad y complejidad del Cosmos.
Los hombres, infantilmente y ayudados – o engañados- por las religiones y los “dioses”, pensamos que somos el centro del Universo. Así nos lo han hecho creer y así lo hemos venido repitiendo por los siglos.[] El hombre es solo otro de los infinitos seres inteligentes, semi-inteligentes, y carentes de inteligencia que pueblan el inconmensurable Universo. Nuestra infantilidad al enfrentarnos y al enjuiciar otras realidades es patente y además lastimosa. Somos unos auténticos niños en cuanto nos ponemos a enjuiciar las cosas que no podemos percibir clara y directamente por nuestros sentidos. Hablamos de nuestra realidad como si fuera la única existente, dividimos los seres en inteligentes y no inteligentes juzgando únicamente por las coordenadas de nuestras mentes y a los mecanismos que nuestros cerebros tienen para aprender lo que llamamos “la realidad”, y hasta nos atrevemos a dictaminar que algo no existe o no puede existir porque “repugna” a nuestros esquemas cerebrales”.
[] Al entrar a enjuiciar el Cosmos, tenemos que ser mucho más prudentes de lo que somos a la hora de juzgar las cosas que nos rodean, de las que más o menos tenemos datos precisos de los que tenemos acerca de las enormes realidades del Universo. Los hombres, en cuanto dejamos de oír, ver y de palpar, ya entramos en el mundo de las sombras del que nos habla Platón en sus diálogos. Y ni siquiera podemos estar seguros de los datos que los sentidos nos proporcionan, ni de la manera como estos son computados por nuestro cerebro.
Os recomiendo por supuesto todo su trabajo, para aquellos que queráis leer más sobre como explica Salvador el mundo de los “dioses” que controlan y forman parte, por que siempre lo han hecho, este mundo nuestro.