Cómo decíamos en el último artículo, en el deseo principal del grupo 2, dentro de las diferentes “familias energéticas” que componen en estos momentos la psique colectiva de la humanidad, está el objetivo de seguir transformándonos en versiones “más avanzadas” de nosotros mismos, en el sentido de transmutar todo nuestro “plomo” (la parte más densa y «negativa» del ser humano), en “oro” (su equivalente “sano”, limpio, desprogramado, elevado, etc.). En alquimia, este proceso se asocia con el uso de un elemento transmutador muy potente que fue llamado “la Piedra Filosofal”, y se convirtió en una de las ideas más enigmáticas y fascinantes de la tradición alquímica, representando mucho más que un objeto material o un catalizador químico.
Puesto que nuestro objetivo es seguir comprendiendo cómo funciona todo aquello que somos como seres humanos, cómo funciona la realidad, cómo funciona el sistema de vida bajo el que nos encontramos, etc., para poder seguir trabajando en esa transformación interior de cada uno, tenemos que seguir explorando y explicando cada sistema y mecanismo que opera en nuestra psique y sistema energético, para poder usarlo conscientemente y potenciar su capacidad transmutadora y transformadora.
El “campo del saber” más cercano que tenemos que ha intentado explicar, aunque sea de forma velada y semioculta, y solo para los “iniciados”, todos estos conceptos, ha sido, como decíamos hace un par de artículos, la alquimia, que contiene las metáforas y analogías más adecuadas para explicar estos temas, además de la terminología y acrónimos que uso yo para explicaros todo lo que nuestros YS nos transmiten, que ya conocéis de anteriores artículos y de los cursos de la escuela.
Por lo tanto, veamos este concepto de la “piedra filosofal” que ha sido símbolo y paradigma de perfección, iluminación y trascendencia a lo largo de los siglos, uniendo en su esencia las dimensiones material, espiritual y filosófica de la vida. Aunque en los textos alquímicos antiguos la Piedra Filosofal se presenta como un agente capaz de transformar metales básicos en oro o plata, su significado va mucho más allá de la simple transmutación física; es un arquetipo de la transformación interior, la culminación de la búsqueda humana por alcanzar la perfección y la unión con lo «divino» (en este caso, la conexión desde la personalidad hasta el YS a través del alma y la supralma). Y este arquetipo, cómo no puede ser de otra manera, es el arquetipo “Transformación” y el que vamos a explorar ahora.
Activando los programas “transformadores” internos al ser humano
En su dimensión simbólica, la Piedra Filosofal es un reflejo de la meta de este nivel evolutivo para poder pasar al siguiente: alcanzar un estado de ser “purificado” y “completo” (no porque siempre lo podamos alcanzar, sino porque es el punto que se fija en el horizonte del camino para guiarte durante el proceso).
En los textos herméticos y alquímicos, la Piedra se describe frecuentemente como un objeto esquivo, al alcance solo de aquellos que han pasado por un proceso arduo y real de purificación y transformación. Este proceso, conocido como el Opus Magnum o Gran Obra, incluye varias etapas que hemos visto y que corresponden a cambios tanto externos como internos. La nigredo representa la disolución y la eliminación o sanación de cada elemento que necesita ser sanado o desprogramado en nosotros; la albedo, la purificación y la liberación de esas energías en cada proceso; la citrinitas un proceso intermedio avanzado que permite asentarte de forma estable en un alto nivel de realidad por encima del nivel 15 de la LT42, y, la rubedo, la culminación y el «renacimiento» en un «estado superior de existencia» (el paso de nivel evolutivo). A través de este camino, el alquimista se transforma simultáneamente en cuerpo, mente y espíritu, reflejando así el propio proceso de creación y evolución del cosmos.
El simbolismo de la Piedra Filosofal está profundamente arraigado en la tradición hermética, que postula la correspondencia entre el microcosmos y el macrocosmos. Según este principio, las transformaciones que tienen lugar en el laboratorio alquímico son un reflejo de las que deben ocurrir en el alma y sistema energético del ser humano. La Piedra Filosofal, entonces, se convierte en el punto donde convergen los opuestos para ser transmutados, equilibrados, unidos o reprogramados: energía y materia, luz y oscuridad, caos y orden. Esto es básicamente el concepto de reconciliación de la programación cruzada que ya conocéis. Todo lo que tenemos de contradictorio, opuesto, “caótico” en nuestra programación puede ser integrado, equilibrado y “reajustado” a través del arquetipo “Transformación”.
¿Por qué entonces se le dio tanto empeño a la búsqueda de la Piedra Filosofal? Si es solo un programa de nuestra psique, y no era solo una tarea o deseo de los alquimistas medievales en busca de una ganancia material, queriendo transformar los metales en oro; ¿Es que es una metáfora atemporal solo para seguir motivándonos internamente, y que sigue resonando en las aspiraciones de aquellos que buscan comprenderse a sí mismos y su lugar en el universo?
Vamos a verlo. La “Piedra Filosofal”, en nuestro planeta, tradiciones y para la humanidad, es un arquetipo (un campo de energía consciente presente en el plano mental del planeta) y está regido por el SER de la Transformación (un SER consciente de su rol y función de «transformar» cosas a través de su energía, allá donde se le conecte o active para ello). Por lo tanto, la verdadera esencia y poder de esta «piedra filosofal» no se encuentra en el laboratorio ni en las riquezas que promete, sino en el viaje interno que emprende quien la busca, un camino que lleva a la sanación, desprogramación, la integración y la unión con los niveles más altos que forman toda nuestra estructura. Por otro lado, como metáfora en la psique colectiva, la Piedra Filosofal se creó y se ancló para, en última instancia, mantener un recordatorio inconsciente de que la alquimia más importante es la que ocurre dentro de nosotros mismos, y que siempre hubiera un “yo” en la psique recibiendo el “input” del arquetipo «Transformador» presente en los ICs y con el mensaje continuo de “transfórmate a ti mismo”.
Este “mensaje” no lo creó REC ni SC, sino el conjunto de YS a través del repositorio común de información que comparten entre ellos y que hemos comentado en otros artículos (y del que yo recibo la información para poder explicaros todo esto a través de mi YS). Por lo tanto, si tienes a toda la humanidad con uno de sus «yoes» recibiendo continuamente el mensaje subconsciente de su YS de “transfórmate, cambia, evoluciona, transmuta tu sistema”, etc., eso suponía un «problema» para asimoss y compañía, por lo que , lo que sí que hizo REC, ya en la alta Edad Media, fue conectar el arquetipo “Distorsión” a este conocimiento presente en la psique global de la humanidad, para que esa “transformación” no se asociara a algo interno o espiritual, sino a algo físico y material. De ahí el desarrollo de la alquimia como ciencia, que pasó de la búsqueda del cambio “interior” y la transformación «espiritual» de la persona en el antiguo Egipto, a la búsqueda medieval (y moderna) de riquezas por la transformación literal de metales en oro “´físico”.
¿Cómo potenciar el arquetipo Transformación?
Cómo todos los arquetipos y yoes, nuestra psique se rige por una serie de grados jerárquicos y energéticos en los que, unas partes de nosotros tienen más poder, presencia, energía y capacidad de control sobre otros. Lo hemos estudiado en el primer nivel de la formación de la escuela cuando os explico cómo ir haciendo para que, el Yo Observador, vaya ganando control sobre el resto. De ahí que, aunque todos tengamos el arquetipo “paciencia” y el Yo Paciente “instalado”, no todo el mundo es paciente, o lo tiene “activado” en el mismo grado. Aunque todo el mundo tiene el arquetipo y yo asociado de “pereza”, no todo el mundo es perezoso en el mismo grado.
Por lo tanto, de igual manera, no todo el mundo tiene el arquetipo y yo “Transformación”, activo y funcional en el mismo grado, lo cual invita, bien a simplemente recibir ese mensaje del conjunto de YS y decir algo así como “ah, vale, gracias, ya me pondré con ello…” y eso se borra o se va al fondo de la psique, bien a recibirlo y activar de continuo las ganas de sanar, crecer, avanzar, desprogramar, cambiar, etc. Ni un extremo ni otro son buenos, todo siempre necesita un equilibrio y un ritmo cómodo, según cómo seamos cada uno de nosotros, pero creo que ya entendéis el concepto y su función.
Por lo tanto, lo que podemos hacer es potenciar en nosotros, si así lo consideramos oportuno, el “poder” del arquetipo “Transformación”, para que gane “posiciones” y “nivel jerárquico” internamente en la psique, y que, en cierto modo, el sentimiento de querer cambiar internamente esté más presente y activo, siempre dentro de un balance y equilibrio con el resto de los programas de nuestra estructura mental.
Petición para la “potenciación” del arquetipo “Transformación”
Para ello, podemos usar la siguiente petición a nuestro YS.
Solicito a mi Yo Superior y le doy permiso permanente para que active, potencie, reconfigure y ponga en marcha los procesos y mecanismos necesarios para potenciar el arquetipo y programación de “transformación” interna, regulando su funcionamiento y energía para que se ejecuten los cambios que me lleven, de forma continuada, a una versión más alineada con mis niveles álmicos y suprálmicos y con mi estructura psíquica “base”. Solicito que se eleve el nivel jerárquico de mi Arquetipo y Yoes de “Transformación”, para que puedan trabajar con el resto de mi programación mental y estructura emocional y energética, bajo la supervisión álmica, suprálmica y de mi YS. Gracias.
Como siempre, unos cuantos días trabajando con esta petición, irá poco a poco haciendo los cambios necesarios en nuestra programación para que, este arquetipo, tenga más capacidad de trabajo en nosotros mismos y, sin que resulte en una sensación de agobio, prisa o nada por el estilo, sintamos que es adecuado el seguir trabajando en la transmutación de nuestros «metales internos» en el “oro espiritual”, hacia el estado de la rubedo que todos estamos destinados a alcanzar en algún momento.