Cuando explicaba en la serie de artículos sobre SC que los “nuevos” miembros son reclutados para el grado 34 si tienen “aptitudes” para formar parte del décimo círculo del sistema de control, ¿Cómo saben los integrantes de SC6 que hay personas que tienen “cualidades” para poder “ofrecerles” entrar en su estructura? Una parte, quizás, se puede responder de forma lógica, diciendo que, si tienes que pasarte 15 o 20 años en una logia para subir desde el grado 1 al 33 (o el sistema equivalente en otras organizaciones por el estilo), ya te conocen lo bastante bien como para saber si tienes “el perfil adecuado”.
Por un lado, es correcto, por otro, es incompleto. Los miembros de SC6 saben si una persona es “adecuada” para formar parte del sistema de control porque “leen” directamente a la persona sin ningún filtro, y perciben, directamente, si su estructura mental y emocional, y del resto de niveles, es “adecuada” para ello. En términos simples: “ven a través tuyo” y pueden conocerte a simple vista mejor que lo que todos nosotros nos conocemos a nosotros mismos.
¿Es un truco de magia? ¿Un poder oculto que han desarrollado en ese nivel? Es mucho más sencillo: no tienen ningún filtro mental que impida captar las emisiones directas de los cuerpos sutiles de las personas, y, por lo tanto, si alguien emite “codicia” y “sed de estatus social”, se percibe sin filtros, y si alguien emite “deseo de poder”, o emite cualquier otro programa, comportamiento, necesidad o emoción, se capta tal cual. Como es correcto que todos cambiamos con el tiempo en diversos aspectos, con un mínimo “seguimiento” de los miembros más “prometedores” durante un pequeño periodo en sus últimos grados “públicos”, ya ven perfectamente quién es quién, y a quién se le puede ofrecer pasar al “grado 34”, cuando han terminado los niveles supuestamente existentes de cara al público dentro de esa logia u organización “esotérica”.
Una imagen mental de cada persona
Para entender cómo funciona este mecanismo, vamos a explicar cómo se produce la creación de la imagen que tenemos de los demás, los filtros y el rol de los sistemas de creencias a la hora de “definir” cómo creemos que es alguien, y cómo creamos un modelo “mental” de esa persona rápidamente, que será el que luego usemos, siempre, inconsciente y subconscientemente, para “definir” cómo vemos y tratamos a aquellos con los que tenemos relación.
Las 24 horas del día todos y cada uno de nosotros emitimos constantemente formas energéticas desde todos los cuerpos sutiles, físico incluido, en forma de radiación electromagnética, que contienen información sobre los programas y estados energéticos en los que nos encontramos en cada momento. Por mucho que lo intentes disimular poniendo buena cara, si estamos enfadados emitimos “enfado”, si estamos tristes emitimos “tristeza” o si estamos radiantes emitimos “felicidad”. Pero no solo emitimos una “onda” con el concepto “principal”; si tenemos un poco de este estado anímico y un poco del otro, unos pensamientos acerca de algo y unas dudas respecto a lo otro, un nivel de vibración etérico determinado, junto con miedos o deseos a esto o lo otro, se emiten simultáneamente todas las “frecuencias” sobre todo ello. En general, y para resumirlo, hay miles de proyecciones electromagnéticas “saliendo” continuamente del conjunto de la estructura sutil, creando, en total, un popurrí de ondas que emiten cómo estamos, y cómo somos, desde el nivel más denso y físico hasta el cuerpo causal y el alma.
Todas estas emisiones se proyectan en todas las direcciones, formando nuestra burbuja de realidad y estando “acotadas” por una membrana que contiene, y limita, nuestra proyección individual de la misma, usando los mecanismos que ya hemos explicado en artículos anteriores para darle “solidez” y “densidad material” a ese contenido, y crear, así, el mundo “en el que vivimos”.
Filtrando las energías de los demás
Cuando dos personas se encuentran por primera vez no poseen registros una de la otra, ni en sus bancos mentales ni en su programación, que les proporcionen información de la “existencia” del otro, y, por lo tanto, no hay modelos preestablecidos que sirvan al programa ego de gestión de la psique para analizar a esa persona, dentro de nuestros bancos de datos y memorias, en base a experiencias anteriores con él o ella.
Para poder entonces interactuar con la otra persona, los procesos de las esferas mentales deben actuar muy rápido y analizar la energía que le llega de esa otra “burbuja de existencia” con la que ha interactuado la tuya propia, como si dos pompas de jabón se entrelazaran y se intercambiaran datos sobre la existencia de una hacia la otra.
Y es que, cuando tu campo electromagnético entra en contacto con otro campo electromagnético, tus “sensores” energéticos, tus chakras y los receptores de todos los cuerpos sutiles captan automáticamente las emisiones de la persona que tienes enfrente, pero, en vez de registrarlas “tal cual”, antes de que lleguen a tu mente y puedas darle sentido o analizar “la impresión que te da esa persona”, primero se produce un filtrado a través de tu propia membrana de protección, de forma que nunca entran hacia nosotros las “ondas” de los demás tal y como son emitidas, sino una versión filtrada y ligeramente distorsionada de las mismas.
Este filtro existe por protección de nuestro sistema energético, para minimizar un poco el impacto de ondas “negativas”, de manera que, en los límites de proyección de nuestra realidad, la membrana que engloba todo nuestro campo electromagnético limita parcialmente la “onda” de la persona con la que hemos interseccionado nuestra “burbuja”. Igualmente, la otra persona filtra las emisiones que tú le proyectas, y su imagen de ti se verá alterada por este primer filtro energético de la membrana exterior de su campo electromagnético.
¿La primera impresión es la que cuenta?
En esta primera “intersección” de realidades aún no hemos construido una imagen mental de la persona, aunque sí que podemos empezar a hablar de esa “primera impresión” que recibimos, y de la que imagino todos habréis tenido alguna experiencia. Por eso, aún sin llegar a analizar especialmente a un desconocido, a los pocos segundos de ponernos a hablar con él o con ella ya “notamos” algo. Esa “primera impresión” no es otra cosa que el resultado del primer destilado de las emisiones de quien tenemos enfrente, y que ya está ligeramente alterado por nuestra membrana personal de protección, con lo que, aunque sea una impresión “real”, siempre varia algo respecto a lo que la persona realmente está emitiendo y a cómo, la persona, realmente “es”.
Una vez que las “ondas proyectivas” de la persona que acabamos de conocer traspasan el primer filtrado y entran en el interior de los receptores y sensores que tenemos, toda la información que contienen es enviada al centro intelectual inferior, ubicado a nivel etérico y mental a la altura del tercer chakra. En el centro intelectual inferior se produce un primer “modelado” general con todo el contenido recibido, de manera que, sin ponerle etiqueta alguna ni hacer ningún juicio de valor, se crea una forma mental que contiene los parámetros que, supuestamente, hemos recibido de la persona en cuestión.
En este proceso, el modelo mental creado contendrá la información que percibimos de esa persona a nivel físico: cómo es, su constitución, su fortaleza y energía percibida; a nivel etérico: la vitalidad que emana, su “salud” energética, la radiación de “vida” que posee; a nivel emocional: las principales formas emocionales que emita y estén más activas en ese momento; a nivel mental: los principales comportamientos y patrones que estén en control en su psique y personalidad, etc., y, todo esto, sin que se pueda disimular de ninguna manera u ocultar por quien está delante de nosotros, pues sus “emisiones” son automáticas y continuas y no están bajo control de la personalidad.
Comparando el “molde” mental con el resto de “modelos” de otras personas
Una vez tenemos el primer “molde” de la persona en el centro intelectual inferior, este pasa a través del sistema nervioso autónomo “etérico” hacia el cerebro, que también está recibiendo la información a través de los sentidos físicos (la vista, los oídos, etc.). De ahí, toda la información pasa unida en un solo bloque de datos a la esfera mental preconsciente, a través del cerebelo etérico, y, ahí, se toma ese molde de la persona y se le empieza a dar más “profundidad”, matices y detalles, comparándolo con otros “modelos” de otras personas parecidas de las que tengamos referencia en nuestros bancos de datos.
En este punto del análisis es cuando tenemos la segunda impresión del tipo “se parece a tal persona”, “es como mi amigo/a tal”, “tiene un aire a fulanito…”, etc.
Luego, como nuestros procesos mentales aún no han terminado de “ubicar” a esa persona que acabamos de conocer, al menos un mínimo, los sentidos siguen recogiendo, para poder completar el análisis, información sin parar de la “burbuja” de la persona con la que nos hemos encontrado, y, durante los primeros segundos de la conversación, o de estar simplemente con él o ella, añadimos al “modelo mental” inicial tantos datos como nuestros receptores energéticos capten de la misma, tanto si hacemos un “escaneo” consciente de la persona observándola y deliberadamente “analizándola”, o si dejamos que inconscientemente se sigan recopilando sus emisiones electromagnéticas y nuestros programas mentales hagan el análisis de los mismos mientras se producen esos primeros segundos de charla “intrascendente” que nos sirven a todos, socialmente, para entablar conversación y relacionarnos con los demás.
En ambos casos, a los pocos segundos de este primer encuentro, la esfera mental preconsciente decide que ya tiene suficientes datos para “catalogar” a alguien y la clasifica dentro de una serie de parámetros regidos por el arquetipo “humanidad”, que clasifica en nuestros bancos de datos a todos y cada uno de los seres humanos que hemos conocido respecto a cómo los vemos y cómo nos vemos nosotros respecto a los demás. Esto quiere decir que, uno de los programas de nuestra mente, controlado igualmente por el programa ego, decide cómo “encaja” esa persona dentro de los “modelos” del resto de seres humanos que nos hemos ido construyendo desde pequeñitos, y, con ellos, vamos asignando montones de etiquetas a cada ser humano para poder “archivar” a esa persona adecuadamente en nuestra concepción de la realidad y cómo, “ella”, encaja, a partir de ahora, en nuestro “mundo”.
Si resulta que esa persona es alguien que acaba de mudarse al piso de al lado y lo saludas tres segundos mientras os cruzáis por la puerta, la principal etiqueta y modelado tenderá hacia el modelo “vecino/a”, obvio y sencillo, pero con los parámetros que el concepto “vecino” tenga en la mente de cada uno de nosotros según los modelos anteriores creados por experiencias con otros “vecinos”. Luego, a partir de los datos que hayamos captado de la personalidad del “vecino” en esa primera interacción, iremos asignando inconscientemente subcategorías a esa persona y ya será “vecino/a de esta forma”, “vecino/a de tal otra forma”, etc. Luego, a medida que tenemos más encuentros con la persona y conocemos algo más de ella, las etiquetas van cambiando y los parámetros de asociación se estabilizan hasta que, más o menos, nos hacemos una idea “fija” de él o ella, que se archiva ya de forma permanente en diferentes elementos de la psique.
Tantos parámetros como sea posible para cada ser humano
Es algo así como lo que hace Netflix con cada nueva película que suben a su base de datos, le ponen cientos de etiquetas que describen la película, de forma que, su IA de control de perfiles, cuando tiene que sugerirte una serie o documental para que pases la tarde en el sofá, busca en su base de datos etiquetas que se correspondan con las películas que tú ya has visto, de forma que te puede “ubicar” según lo que sabe de ti, porque ha catalogado tus experiencias anteriores con centenares de “códigos” que categorizan las películas que has visionado y, con ellas, ya se ha creado un perfil de cómo eres y qué te gusta.
De igual forma, categorizamos (sin ser conscientes) con centenares de etiquetas a todas las personas que forman parte de nuestra realidad, y, cuando tenemos que recuperar información sobre ellas, el arquetipo mental de “gestión de personas”, usa esas etiquetas para recuperar información de interacciones pasadas, de memorias y recuerdos que tengamos, de vivencias que hayamos acumulado juntos, etc. Como, en este caso, es la primera vez que nos encontramos con alguien, y no tenemos esas “etiquetas” asignadas, hay que crearlas a toda velocidad para catalogar mentalmente, lo más rápidamente posible, a los “nuevos humanos que han interactuado con nuestra burbuja de realidad y sobre los que no teníamos datos previos”.
Sin embargo, la cosa no termina aquí. Puesto que todos analizamos a los demás según como creemos que los demás son, y no como las personas se perciben a sí mismas, a la hora de crear todo este “modelo” de cómo es alguien, aplicamos muchos otros filtros presentes en nuestros sistemas de creencias. Estos nuevos filtros que entran en acción se encuentran en la capa preconsciente del cuerpo mental, una de las varias capas que forman este cuerpo sutil, de manera que, la imagen “final” que guardamos sobre alguien, vuelve a ser “distorsionada” según como nosotros hemos creído que ese alguien “es”, cuando, en realidad, desde la emisión inicial de alguien que se cruzó en nuestra burbuja de realidad, hasta la creación final del modelo mental sobre “alguien”, los datos han pasado por varias decenas de procesos de filtrado y, la idea “última” que se queda grabada en la psique, es la idea que nos hemos hecho nosotros con el material “interno” que teníamos, siendo, en general, algo diferente (o mucho), al patrón original de lo que la persona realmente emitía en el momento de conocernos.
Viendo a los demás como los hemos catalogado mentalmente
Pero aquí no acaba el proceso. A partir de ese momento, en el que hemos construido un modelo mental de alguien, ya no usamos las emisiones que captamos de él o ella para las siguientes iteraciones conjuntas, sino que usamos, directamente, nuestro modelo mental para “ver” a esa persona.
Literalmente así estamos programados para actuar. Aunque la persona emita algo ligeramente diferente a lo que emitía cuando la conocimos, ya no usamos la nueva información que los sentidos captan para acomodar y actualizar el modelo mental que tenemos de ella, sino que seguimos usando el original. Tiene que haber un cambio lo suficientemente notable en la emisión que captamos de alguien para que los programas del centro intelectual inferior den la orden de revisar el modelo a los arquetipos de la esfera mental preconsciente, porque ya no le “cuadra” lo que está siendo captado con el modelo que tenemos creado sobre alguien.
Por lo tanto, y en general, alguien a quien no has visto en algún tiempo te provoca una “actualización de datos” porque el cambio en su proyección puede ser sustancial, pero alguien a quien ves todos los días, tu pareja o tus hijos, no provocan grandes actualizaciones del modelo. Por este motivo, sigues viendo a tus hijos adolescentes como cuando tenían 7 años (con las mismas “etiquetas”) o sigues percibiendo a tu pareja como cuando la “analizaste” por primera vez hace 10 (exagero un poco para que se entienda el concepto).
¿Cómo es que no vemos a la gente como la gente realmente “es”?
Básicamente lo que el programa ego hace es crear un “yo” de la personalidad asociado a cada ser humano que forma parte de nuestra vida. No solo tenemos diferentes facetas de nuestra personalidad que se van intercambiando según el programa ego lo considera adecuado, sino que creamos, literalmente, un “yo” de las personas más cercanas: pareja, hijos, familiares, amigos o personas muy recurrentes en nuestra vida.
Por lo tanto, en la superficie de la esfera de consciencia, a un metro aproximado de la cabeza, y donde se ubica nuestra personalidad, tenemos los “modelos mentales” de todas esas personitas, como pequeños personajes que comparten nuestra psique con nuestras propias facetas del carácter. Cuando entra tu hijo por la puerta que viene del cole, tu programación ya no se preocupa por analizar el contenido energético que percibe de su campo electromagnético, sino que activa directamente el modelo mental, y tu interacción con tu hijo se basa en tus parámetros ya creados y activos con anterioridad.
Evidentemente, cuando algo lo suficientemente importante cambia en el campo energético de esa persona, se nota y se envía el indicativo de “necesita actualización”, pero, cuando son cosas tan del día a día, que no ha cambiado especialmente nada respecto al contenido de ayer, seguimos percibiendo a los demás como nuestro molde mental nos dijo en su momento que los demás “eran”, con los centenares de etiquetas asociadas que les pusimos en su momento.
“Reseteando” los modelos “obsoletos”
Si queréis volver a oír esa frase de “tu sí que me conoces como nadie / tú eres el único que me ve como realmente soy”, tenéis que reiniciar los modelos “antiguos” o “menos actualizados” que tengáis de todos los que forman parte de vuestra vida, básicamente porque esas personas han ido cambiando paulatinamente, poco a poco, pero sin ningún cambio “directo” o especialmente “importante” de un día para otro que haya hecho que vuestra programación actualice realmente el modelo que tenéis de ellos. Por lo tanto, seguimos usando y catalogando mentalmente a nuestros allegados como lo hicimos en el momento de creación de nuestro molde mental de ellos, y eso lo podemos cambiar. Con la petición que os pongo, le pedimos a nuestro YS que dé las instrucciones correspondientes al centro intelectual inferior y al programa ego para que actualicen los modelos mentales de todos aquellos que sean importantes para nosotros, así que hay que hacerlo persona a persona, indicando el nombre de quién queréis que se “reseteen” y se actualicen los “datos” y “etiquetas” asociadas a ellos en vuestra estructura mental.
En algunos casos no habrá mayor diferencia, en otros, bueno, quizás empecéis a ver a vuestra pareja, hijos, padres, amigos, jefes, etc., de forma “actualizada” y eso os cause una mini-sorpresa (“¿de verdad siempre has sido así?”, “¿desde cuando eres de esa manera?”, “ahora me doy cuenta de cómo ha cambiado…” ).
La petición es la siguiente:
“Solicito a mi Yo Superior y doy permiso permanente para que actualice los parámetros, etiquetas y “datos” asociados a XXX (poner nombre) en mi estructura mental y psíquica. Solicito que se borren las etiquetas y clasificaciones obsoletas respecto a XXX, instruyendo al centro intelectual inferior y al resto de componentes de mi mente involucrados en la recogida, análisis de datos y creación de los modelos mentales de las personas, que borre los que estén obsoletos y que vuelva a regenerarlos con la información “nueva” que capte de la próxima interacción que tenga con XXX. Solicito que se eliminen así mismo todo los parámetros antiguos y no válidos sobre mi relación con XXX para que pueda limpiar mis bancos de memoria y sistemas de filtrado de etiquetas anteriores asignados a esta. Gracias.”
Recordad que esta petición se tendrá que hacer varias veces y que también se puede codificar tal y como hemos hecho en artículos anteriores y cuyo proceso tenéis explicado en el glosario si alguno no lo habéis hecho antes.
Cómo hacen los miembros de SC6 para leer a la gente
Así que, volviendo al tema del principio, para leer a alguien y siempre poder “leerlo” de forma actualizada, tienes que borrar continuamente todos los modelos que tienes creados de todas las personas con las que te has cruzado en tu vida. Esto no tiene ningún sentido para nosotros, con que actualicemos de vez en cuando es suficiente con las personas realmente importantes y cercanas, pero sí que lo tiene para miembros de SC “reclutadores”, que están siempre buscando a nuevos integrantes que puedan entrar a formar parte de SC10.
Además, todos los miembros de SC6, con los años de intenso trabajo interno que hacen, y las enormes desprogramaciones que reciben, han eliminado todos sus sistemas de creencias antiguos, todos sus filtros mentales, y muchas de las barreras y membranas que distorsionan la percepción “real” de lo que alguien emite, además de haber mejorado todos los sistemas de captación energética para poder percibir de otros hasta la emoción o miedo más oculto en ellos. Cuando un miembro de SC6 “lee” energéticamente a alguien, sabe mejor que esa persona cómo esa persona “es”, pues capta cada onda y cada proyección de cada cuerpo sutil con todo su contenido. Eso es lo que hace que no se equivoquen, generalmente, a la hora de saber a quién ofrecer y a quién no que forme parte del sistema de control, y, de ahí, que SC haya podido perdurar tantos siglos en control de la humanidad e infiltrarse en todas las estructuras de gestión de la sociedad. Con esta “habilidad” activa a este nivel, no hay personaje público o privado que no se muestre “cómo realmente es”, con todas sus debilidades y defectos ante un miembro de SC6, que lee cada onda que emites, encontrando tus puntos débiles y sabiendo cómo usarlos siempre a su favor, y, normalmente, sin equivocarse en ello.
Para nosotros, de momento, nos basta con “leer” de manera correcta a las personas que nos rodean, para interactuar con ellas siempre de la forma más cercana y “clara”. También sería posible que esta petición la hicieran vuestros allegados para que ellos también resetearan sus “modelos mentales” de vosotros, e hicieran también su propia actualización de datos de cómo os perciben. Quizás les deis alguna sorpresa igualmente, pues si vosotros sabéis que habéis cambiado, pero creéis que los demás no se dan cuenta, ahora ya sabéis cómo funciona el mecanismo que impide que lo hagan, y la manera de solucionarlo.