Vamos a tratar de dilucidar un concepto bastante abstracto. Soy consciente de que lo entiendo solo intuitivamente, captado de los niveles arquetípicos donde se mueven las leyes y dinámicas que rigen cómo funciona nuestra evolución y existencia, y veamos si es posible bajarlo a nivel intelectual para ponerlo en palabras.
Lo primero que hemos de recordar es que el libre albedrío funciona en múltiples sentidos y en todas direcciones. Esto significa que uno tiene el derecho a escoger y elegir, dentro de las acotadas opciones que se le presentan continuamente en la vida, cual de ellas es la que opta por manifestar y experimentar en su realidad y línea temporal individual. Pero también significa que uno tiene el derecho a no elegir, es decir, a no usar el libre albedrío, dejando que otros elijan por nosotros, si ese es nuestro deseo, consciente o inconsciente.
No, no, no….
En el área de la información y el conocimiento, uno tiene derecho a NO saber, en el campo del crecimiento personal, uno tiene derecho a NO evolucionar, en el campo de la comprensión de la existencia, uno tiene derecho a NO “despertar”. Parece toda una contradicción que alguien no quisiera aprender y saber, que alguien no quisiera evolucionar o que alguien no quisiera “despertar”, sea cual sea la definición de despertar que tenga cada uno, y, sin embargo, hay millones de personas en el planeta que es lo que proyectan cada día, segundo a segundo, en su realidad personal, en su mundo y vida particular. Evidentemente muchas de estas personas no somos conscientes de lo que estamos emitiendo y proyectando, y de eso se aprovechan aquellos que cumplen el rol asignado a la polaridad que bloquea el saber, el evolucionar y el despertar.
Me ha costado horrores y luchas internas entenderlo en mi mismo. ¿Cómo es posible que tal entidad, tal situación, tal bloqueo, aparezca en mi vida insertado exteriormente para bloquear una faceta, una área de mí realidad, un potencial latente, un conocimiento al que estoy intentando acceder? Es posible simplemente porque hay una puerta abierta de entrada en mi, que emite que, sin que mi mente racional se entere, estoy diciendo que no quiero saber esto, o que no quiero acceder a lo otro. Al menos en un alto número de veces en los que he sido capaz de auto observarme para ello.
¿Porqué alguien en su sano juicio proyectaría esto al mundo, manifestando así su realidad personal de tal forma que parece que miles de bloqueos e impedimentos externos se le oponen a muchas de las cosas que hace? Por la misma ley que permite que aquel que quiere acceder a algo sin ningún tipo de creencia limitadora o programa interno, que diga lo contrario, se le permite y se le facilita el acceso, el conseguirlo, el aprenderlo. La pronoia, de la que ya hemos hablado, es justo esto último.
La ley que da derecho a estar confundido
Esta ley, por llamarla de alguna forma, es el libre albedrío funcionando en su máxima expresión y libre de todo juicio moral, ya que las jerarquías y normas que rigen la manifestación de la realidad no juzgan si alguien quería algo de forma consciente y no sabe que en otros niveles no lo quiere, lo cual predispone a unas dinámicas y eventos de ser creados en la realidad de la persona para conseguirlo, pero deja la puerta abierta a otras dinámicas para que hagan lo contrario (materializadas en forma de todo tipo de obstáculos y problemas para lo contrario, sea “algo”, físico o no, o “alguien”, lo que haga de detonante y catalizador de esa oposición). Cuando no existen “puertas de entrada” hacia nosotros en cualquiera de los estratos de nuestra configuración energética y multidimensional, es mucho más difícil que algo pueda bloquearnos el camino.
Obviamente el no querer despertar, el no querer saber, el no querer avanzar, etc., viene simplemente por la cantidad de miedos que poseemos. No hay mucho que descubrir aquí. Desde que se inventó el fuego y la rueda, y mucho antes, estos miedos están latentes. Son parte de los grandes miedos imbuidos en las partes más profundas de nuestra psique, como ya vimos hace muchos meses, son parte de los miedos generados por la programación por parte del sistema bajo el que vivimos, son miedos heredados de nuestros ancestros, de nuestros creadores, y de otras muchas fuentes. Cuando me encuentro con dificultades y obstáculos para poder obtener respuestas a algo y resulta que hay que lidiar con todo tipo de energías de todos los colores que se oponen a ello, y me pregunto ¿porqué es tan difícil?, intuitivamente he tenido que comprender que mi miedo (inseguridad, incertidumbre, duda…) a lo que me fuera a encontrar cuando supiera “eso”, a que hacer con “eso”, a cómo gestionar “eso”, deja una puerta abierta a que “aquello otro” pueda oponerse a que lo encuentre. Complicado de entender. Si, aun comprendiéndolo de forma intuitiva estoy aprendiendo a buscar y cerrar puertas abiertas a base del método de “prueba y error”, que en no pocos pozos me ha metido hasta llegar a entender el porqué de esto…
Derecho a vivir en una realidad que no cambie
De alguna forma, esta ley de la confusión, vamos a llamarla así, tiene que ver también con el derecho a que no se cambie la realidad consensuada en la que vivimos. Por ejemplo, imaginemos que las pirámides de Egipto hubieran sido construidas hace miles de años por una civilización de cualquier otro lugar de la galaxia, con funciones determinadas y con un objetivo claro para lo que tuvieran en mente en su momento sus constructores. Así, podríamos preguntarnos, ¿porqué esa civilización no formó o trajo la pirámide en su momento como un solo bloque compacto si, teóricamente, podrían haberlo hecho y parece incluso más fácil y obvio? Estoy poniendo un ejemplo, no pretendo crear teorías ni hablar de pirámides.
Si las pirámides de Egipto estuvieran construidas en un solo bloque, hubieran roto las leyes de la realidad consensuada y del libre albedrío de los humanos, pues estos tienen derecho a creer que las pirámides pueden haber sido construidas por medios humanos piedra a piedra. Bajo esta ley, las pirámides de Egipto, seguimos con el ejemplo, no pueden romper las reglas de la realidad que hemos acordado y los sistema de creencias que hemos creado(sean falsos o no, pero bajo ellos vivimos), que dicen que para construir una pirámide usando medios humanos, se tienen que apilar enormes piedras imposibles de mover con la tecnología de la época y demás, pero, al fin y al cabo, es una teoría plausible que permite que la ley del libre albedrío en este aspecto de “creer” algo se cumpla para todos.
De haber sido un solo bloque del tamaño de la pirámide, plantado en medio de Egipto, se hubiera roto esa posibilidad ya que no habría forma de negar que eso no tenía origen humano. Posiblemente, si este ejemplo tuviera algo de real, podríamos deducir que los constructores de las pirámides respetaban la primera regla de toda especie con capacidad de viaje interestelar, que es la de no intervenir en la evolución directa de las especies menos evolucionadas insertando algo que pudiera alterar el ritmo de esa evolución, y de ahí que tiene que parecer que las pirámides pudieron haber sido hechas por humanos, por inverosímil que a muchos nos parezca.
Es de suponer entonces, que, aquellos que respetan esta ley del libre albedrío, forman parte de aquellas razas que desean ayudar al ser humano a crecer como especie, mientras que aquellos o aquello que directamente nos bloquean o manipulan etérica, mental, energética, psíquicamente, para que no lo hagamos, se la pasan por el forro pues buscan otras cosas de nosotros. Creo que de esto muchos habéis tenido experiencias en carnes propias y no os es ajeno el tema.
Cerrando puertas
¿Cómo solucionamos el tema para cerrar puertas? Básicamente buscando esos miedos a crecer, a despertar, a saber, a experimentar, etc., etc. Más o menos lo que contaba en aquella conferencia sobre los bloqueos a nuestra evolución pero no solo a nivel psicológico, sino también espiritual. Ojo, no estoy diciendo que nos metamos en el primer agujero negro que nos encontremos y nos perdamos en él como en el cuento de Juan Sin Miedo, eso tampoco es sano, pues volver a tierra firme puede costar mucho trabajo y mucha ayuda externa.
Cuando en momentos de euforia buscadora y de querer avanzar más rápido de lo que nuestro Yo Superior o aquellos que nos asisten consideran “adecuado”, aparecen las contrapartidas de abrir puertas a lugares, energías y situaciones que luego pueden costar de subsanar y corregir. Pero, la cuestión, es que es necesario mirar en uno mismo que puertas de entrada existen que permiten que la ley del libre albedrío a no querer incluso ejercer el libre albedrío pueda manifestarse. Las religiones se hinchan a aprovechar esta ley, pues ya deciden por nosotros, para aquellos que no quieren decidir (sin saberlo) que hay que creer, como y de que forma. La ciencia, como concepto y arquetipo, hace lo mismo, nos lo creamos o no, pues es el polo complementario al arquetipo de la religión, creado para que quien no decida creer en una cosa, pueda creer en la otra y montar su realidad personal en torno a una de las dos opciones.
En definitiva, todos tenemos derecho a hacer algo o no hacerlo, tenemos derecho a querer algo o no quererlo, tenemos derecho a querer saber algo o no saberlo, y eso, que es una ley que no aplica ningún examen moral a lo que es decidido o elegido, se convierte en un tropel de situaciones complicadas de dirimir de las que no entendemos el porqué. Si recordáis el artículo de “buscando las causas de las cosas en niveles superiores” veréis una aproximación más terrenal a esto que acabamos de explicar ahora, pues son conceptos unidos y relacionados, y, si luego recordáis como manifestamos nuestra realidad personal a partir de nuestros patrones subconscientes, mentales, emocionales, y demás, tendremos otra pieza del rompecabezas para entender un poco mejor como funcionan las reglas de manifestación del mundo en el que vivimos.