Vamos a cambiar de tercio y empezar a tratar en las siguientes semanas varios temas relacionados con la estructura energética del ser humano, para que podamos entender mejor cómo estamos hechos, cosa que, por otro lado, nunca ha sido tema de enseñanza en la educación del sistema bajo el que vivimos, pues no es de interés general que cada uno conozca los componentes que forman su configuración y composición, ya que, conociendo cómo funcionamos y estamos constituidos, podemos tomar el mando de nuestros vehículos evolutivos, y ser más dueños y soberanos de nosotros mismos.
No hablaremos de chakras ni de auras, tenéis bastante información (y desinformación) en la red, pero al menos son partes conocidas por todos, y con un poco de paciencia, y constancia, es posible entender esa primera parte del cuerpo etérico, que es el que alberga todas las estructuras que ya conocemos y de las que hay mucha más literatura. Ahora vamos a trabajar el resto de cuerpos, empezando por el cuerpo emocional, que tiene un papel tremendamente importante a la hora de hacernos ver el mundo como lo vemos cada día, pues es el cristal que tinta parte de lo que decodificamos de la realidad exterior, y que nos proporciona material para que nuestro programa ego y los componentes de la psique puedan hacer sus decodificaciones mentales sobre lo que se percibe o no se percibe de ahí fuera. Como apunte, el cuerpo emocional es menos denso que el etérico, y este es menos denso que el físico, y así como el etérico interpenetra al físico, el cuerpo astral o emocional interpenetra a estos dos últimos.
Conexiones emocionales en nuestra estructura energética
Hemos de señalar que el cuerpo emocional está relacionado con la segunda y cuarta del campo electromagnético que llamamos aura, pero estas capas y este campo pertenecen al cuerpo etérico, por lo que, a pesar de que la capa emocional del aura del cuerpo etérico tiene mucha importancia a la hora de tintar también nuestras emociones del día a día, es el cuerpo emocional (también llamado astral) el que lleva el peso de este componente del ser humano que nos hace distinto a los tipo Dr. Spock, o a otras razas qué, al no poseer un cuerpo emocional, carecen de las facultades y habilidades básicas para, por ejemplo, sentir empatía por otros, o para ser capaces de percibir e interactuar “anímicamente” con el resto de la vida consciente que pulula por doquier.
El cuerpo emocional, como tal, es un vehículo que permite a los componentes superiores del ser humano, el alma, el espíritu, el Yo Superior, la mónada y demás, poder experimentar una serie de patrones energéticos que conocemos como emociones. En nuestro cuerpo, si habéis visto la conferencia “Humanidad y Salto Evolutivo”, las emociones se procesan por el sistema límbico, mientras que los pensamientos se procesan por el neocórtex. Así, básicamente, todo el cuerpo emocional está conectado y sintonizado tanto con el sistema límbico como con los componentes del cuerpo etérico, que también traducen y llevan el peso del filtrado de estos procesos emocionales para poder procesarlos y manifestarlos en el plano sólido.
Haciendo de puente y mediador
La función del cuerpo astral es hacer de puente entre los procesos de planos superiores, como el plano mental (el cual gestionamos gracias a nuestro cuerpo mental) y los planos etéricos y físicos, que son el resultado de las experiencias de estos otros niveles. El cuerpo emocional como tal proporciona una riqueza y una «vivez» a las octavas y procesos que vienen en forma puramente geométrica y estructurada de los planos superiores, del mundo de las ideas, dándole el tinte que necesita para que esa idea esté viva, y esté revestida de color y del componente que, al ser humano, le proporciona la sensación de “calidez”, de emoción, de expresión de la vida. Esto es difícil ponerlo en palabras, ya que no hay demasiados adjetivos para describirlo, pero el concepto a transmitir es que lo que llega desde niveles muy altos en frecuencia y contenido para nosotros, y a veces de forma muy abstracta y confusa, si conseguimos sintonizarlos y percibirlos con los otros sentidos que poseemos, han de ser revestidos de unos procesos especiales y capas que, de una barra de acero idéntica para todos, hagan una nube de algodón maleable individualmente, es decir, que de algo que viene geométricamente, numéricamente, vibracionalmente con patrones exactos, precisos y conectados, tengan un componente maleable, efímero, cambiable, adaptable y transmutable para que pueda ser adecuado a las miles de formas de manifestar esos patrones y conceptos rígidos, en formas experimentales diferentes para millones de personas.
Si no fuera así, la vida tendría para todos el mismo color, o un color muy parecido, pues no habría forma ni manera humana de adaptar los conceptos y arquetipos de los planos mentales, causales, búdicos, etc., a diferentes tipos de experiencias terrenales personalizadas para cada uno. Es por ello que cuando hablamos del cuerpo emocional, no solo estamos hablando de que es el repositorio de miedos y de angustias, de sueños y de alegrías, de rabias y de perdones, todo ello formas emocionales que nos dotan del mecanismo adecuado para darle un toque de viveza a la realidad, sino que, además, es el cuerpo que envuelve y recubre todo aquello que viene desde otros niveles más altos de la Creación, y nos permite con sus formas cambiantes y manipulables, adaptarlas a las experiencias particulares de cada uno.
Sanado el cuerpo emocional
Entonces, ¿es bueno tener un cuerpo emocional lleno de sentimientos y formas emocionales de todo tipo? Evidentemente no, lo bueno es tener en el cuerpo emocional formas emocionales sanas, positivas, basadas en el arquetipo y energías de la luz y del amor, como conceptos universales, no solo como concepto romántico que es lo que termina siendo para muchos. El cuerpo astral, como todos los cuerpos, está constituido por 7 niveles de energía, o mejor dicho, existen 7 tipos de materia “astral” que permiten que el cuerpo emocional tenga una composición u otra.
Si la materia emocional que lo forma es la más densa y la menos refinada de todas, el cuerpo emocional del ser humano es un cuerpo pesado, que lastra la experiencia, que colorea todo con emociones negativas, que está anclado en el miedo, y eso es lo que filtra de los cuerpos superiores y termina pasando para su manifestación al etérico y al físico. Por el contrario, un cuerpo emocional o astral más limpio y refinado, es un cuerpo que se forma de partículas “astrales” con una vibración más elevada, de las clases más altas de materia del plano en cuestión, y, como tal, permite que lo que llega de esos otros niveles y cuerpos superiores esté menos coloreado, o filtrado con energías muy limpias, superiores en vibración, y con sustrato de luz. Esto provoca que lo que reciben luego los cuerpos etéricos y físicos sea otro tipo de materia prima con la que trabajar para manifestar la realidad terrenal del día a día.
Para limpiar todo esto, como siempre, todas las técnicas de sanación energética que están disponibles en el planeta sirven desde sus diferentes ángulos y enfoques, sabiendo detectar, diagnosticar y “leer” correctamente los bloqueos y problemas existentes en el cuerpo astral, y transmutando, sanando y liberándolo de aquello que no son más que piedras en la mochila. La experiencia y el color de las gafas con las que cada uno ve la vida depende en gran medida del estado de este cuerpo astral, además de muchas otras cosas que ya vimos cuando explicamos cómo funciona el embudo de nuestra percepción de la realidad, así que no deja de ser otro componente más que hay que añadir a la lista de partes del ser humano que debemos conocer para mantener en el estado más óptimo, sano y funcional.