Metafísica - Estructura de la realidad - Mente y Consciencia -  Sistema energético del ser humano 

Sincronicidades que nos bloquean

Uno de los mayores regalos de esta vida, como seres humanos, es el libre albedrío. Hacer lo que queremos cuando queremos. Lástima que a veces hacer lo que uno quiere cuando quiere no siempre resulta fácil. Pero nadie nos impide que lo intentemos con todas nuestras fuerzas.

Cuando empecé a notar sincronicidades por doquier en mi vida en eventos y acontecimientos que me ayudaban a conseguir mis objetivos o a obtener lo que deseaba, empecé también a ver que, sin embargo, la fuerza de la sincronicidad, también obra para impedir que hagamos algo, sobre todo cuando es perjudicial para nosotros, aunque no lo sepamos.

Historias sobre atascos monumentales que te hacen perder un avión, sobre averías de transporte que te impiden llegar a un sitio al que quieres ir, papeles en la aduana que te piden sin saber por qué haciéndote perder valiosas horas, personas que te bloquean de míl maneras que hagas algo que tenías previsto, llamadas que te hacen cambiar los planes en el último momento, etc. Parece que este tipo de sincronicidades son aún más espectaculares, porque aquellos que las han sufrido se han dado cuenta, que, en algunos casos, les han podido llegar a salvar la vida.

Cuidan de nosotros

Es curioso cómo el universo (como término genérico para designar fuerzas superiores a nosotros en otros niveles de realidad), que siempre parece tenernos controlados, se las ingenia para obstruir nuestro camino cuando, debido a nuestro libre albedrío (y también a nuestra inconsciencia), actuamos o vamos por sendas por las que se supone no deberíamos pasar. En cierta manera, es gratificante sabernos protegidos de eventos extremos que pueden tener grandes consecuencias en nuestra vida, normalmente negativa, pero es también complicado entender cómo, y por qué, podemos llegar a encontrarnos en estas situaciones tan in-extremis que puedan suponer un peligro para nuestra vida.

La respuesta está en que nuestro libre albedrío prevalece por encima de todas las cosas. Nuestras decisiones sobre qué hacer, dónde ir, cómo actuar y demás son sagradas, para el universo, para la vida, para nuestro destino. Nada puede interferir en ellas, y nada nos impide que, aún sabiendo que a un avión de hace 20 años le fallan los motores cada día, nos subamos en él e intentemos que nos lleve al otro lado del Atlántico ignorando el obvio peligro que el sentido común nos dice que corremos.

Pero en el caso de situaciones del día a día, viajes que planificamos, cambios de rumbo que decidimos tomar, etc., nuestro sentido común no tiene por qué avisarnos que algo puede pasar. ¿Por qué vamos todos los días por la calle principal y esa noche de vuelta a casa te da por meterte por los callejones más oscuros de tu barrio para acortar camino? ¿Y qué es lo que hace que de repente se cruce contigo un amigo y se ofrezca a llevarte en coche hasta tu casa?

El «universo» vela por nosotros, básicamente porque tenemos muchas cosas que aportar, muchas cosas que cumplir, y muchas cosas que hacer en nuestra vida, y evidentemente hemos de cumplirlas, en la medida de lo posible. ¿Por qué iba a dejar que nos montáramos en un avión que presumiblemente va a tener un accidente si nuestro camino no se encuentra en ese sitio? Es duro aceptar que a veces tengamos que sufrir accidentes o infortunios para que nuestra vida dé un giro radical, o para que nos demos cuenta de algunas cosas, pero ¿y si es necesario para las personas que van a viajar en ese avión pero no para ti?

Luchando contra viento y marea

He oído casos de personas que han luchado contra viento y marea para conseguir algo, y cada vez el obstáculo que se les aparecía delante era más complicado y más insalvable, por mucho que se empeñaran en superarlo. Cuando haciendo uso de su fuerza de voluntad, recursos y todo lo que se le venía a la cabeza conseguían solucionar el problema, de repente, aparecía otro.

Es de sabios reconocer este tipo de situaciones, es de sensatos no luchar contra ellas. Se dice que cuando la vida te pone pequeños obstáculos, son lecciones a superar, para hacernos más fuertes, para que aprendamos algo, para que evolucionemos. Es importante luchar contra esos obstáculos, eso es lo que hicieron al principio muchas de las personas con las que hablé, porque si todo fuera un camino de rosas nunca aprenderíamos a esforzarnos por nada, y nunca desarrollaríamos talentos, habilidades y herramientas para desenvolvernos por la vida. Pero, cuando los obstáculos se convierten en montañas, hay que saber darse cuenta de que no es una indicación para que nos esforcemos más, sino para que demos la vuelta. Los grandes obstáculos indican un camino erróneo. Estamos totalmente perdidos, en otra parte del laberinto de la vida que nos aleja tanto de nuestro camino que el universo no tiene otro remedio que bloquear nuestras salidas, hacernos volver para atrás, y tratar de reconducir nuestros pasos.

En este caso nuestro libre albedrío sigue ahí, intacto, podemos seguir luchando contra los elementos, tomar rutas alternativas, saltar o excavar pasadizos para pasar por debajo de la montaña, pero de alguna forma, nuestra vida será ardua, dura, llena de complicaciones, con mil tormentas que capear y con ninguna ayuda para ello. Si así es como te sientes en tu vida en estos momentos, plantéatelo, quizás has tomado tantas decisiones en la dirección que no era la más adecuada, que estás fuera de pistas, en medio de un bosque en el cual cada vez hay más árboles que solo te invitan a que vuelvas hacia atrás sobre tus pasos y reconduzcas tu camino, porque entre ellos no hay ni un hueco para pasar. El universo no te obliga a que des la vuelta, pero si realmente vas errado, te pondrá todas las señales que pueda en forma de obstáculos hasta que te lo hagas por ti mismo y endereces tu dirección.

 

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