¿Os habéis dado cuenta lo bien que se siente uno cuando justo después de haberte presentado en cualquier sitio a un desconocido, este, a los pocos minutos, ya nos llama por nuestro nombre? Mejor incluso, si sois de los que trabajáis de cara al público y lleváis una chapita con vuestro nombre, y uno de los clientes se dirige a vosotros no solo como «perdone señor», sino «perdona David»… ¿verdad que de forma inconsciente se nota una alegría o satisfacción personal mayor? Y es que a todos nos gusta que nos destaquen de la multitud, que nos saquen de la generalidad y que nos rindan cierto trato personalizado. Eso es lo que hace simplemente el hecho de llamar a la gente por su nombre, aún cuando no la conoces del todo (suponemos que a los que veis cada día si que los llamáis adecuadamente).
El nombre, nuestro símbolo de identidad
No hay nada más preciado y más importante a la hora de relacionarnos en sociedad que nuestro nombre. Usamos el nombre para que otros se acuerden de nosotros, para que nos aíslen en el tumulto de información recibida cada segundo del resto de personas que han conocido, y con ello ganemos nuestro espacio de reconocimiento ante los demás. Nuestro nombre es nuestra bandera, y nos encanta que la gente nos llame por él, y no por alguna fórmula de cortesía, que, siempre siendo correctas y agradables, nunca generan la misma sensación que si el camarero del bar donde vas a menudo te dice: «Hola David, ¿Qué te pongo hoy?».
El poder del nombre en las relaciones
Recordar el nombre de las personas es la forma más rápida y más efectiva de hacer contactos fuertes y más duraderos, fomentar las relaciones y establecer una vía de acceso más directa. Llamar a todos los que trabajan contigo, clientes, proveedores, empleados, conocidos de conocidos, por su nombre, es la fórmula segura para ser recordado y generar un sentido de relación cercana, exista o no de verdad, que a todos nos gusta y nos satisface. Es parte de toda fórmula para caer bien en sociedad, hacer amigos e influir en las personas.
Hay grandes líderes y políticos, así como empresarios, que pasan horas trabajando en técnicas para memorizar el nombre del máximo número de personas que trabajan para ellos. El líderazgo de estas personas pasa en gran medida por dirigirse a todos, y cada uno de sus empleados, por su nombre, hacerles sentir medianamente importantes en cualquier sentido y tratarles con el máximo respeto directo. Sus empresas, organizaciones y proyectos dependen de ello. Sacar adelante algo que depende de tantas personas significa tratar a esas personas con el máximo de cordialidad y cercanía. El paso número uno es acordarte del nombre de todas ellas, ¿quién no se siente algo «especial» si el director general de tu empresa cuando pasa por tu lado o te lo encuentras en la cafetería de la empresa te saluda por tu nombre? Si eres un buen directivo, y sabes tener a las personas motivadas, no puedes fallar en este tipo de detalles.
Haciendo negocios gracias al nombre
Para hacer negocios y obtener clientes, contratos, establecer contactos importantes, etc., hay que saber el nombre de todo el mundo, no solo del presidente de la organización a la cual quieres ir a pedir apoyo financiero, a venderle tus servicios o productos, sino el de la secretaria que te dará acceso a él, la persona de seguridad que te identificará en la puerta, y el portero del edificio que te permitirá entrar. Hay que saber el nombre de la gente, saludarles por él y ganarte su simpatía simplemente haciéndoles ver que les tratas de forma individualizada. Para vender tus servicios, averigua el nombre de tus posibles clientes en la primera llamada, y a partir de entonces, úsalo siempre. Úsalo cuando escribas emails incluso a gente que no conoces o has visto nunca, ya que el éxito de tus acciones comerciales dependen en gran medida de ello.
Triunfar en sociedad
Allá donde vayas, si puedes, averigua el nombre de aquellos con los que debes relacionarte, sea en el restaurante donde vas a comer cada día, sea en la tienda donde compras el pan, etc. Notarás el cambio en la forma que las personas te tratan de vuelta, quizás intenten también averiguar el tuyo y te devolverán el favor haciéndote sentir más cercano y en cierto modo especial. A todos nos gustan que nos traten así, y si tienes que buscar ese trato, no dudes en dispensarlo, verás la de cantidad de puertas que se te abren solo por el simple hecho de llamar a la gente por su nombre.