Todos hemos tenido alguna vez ataques de pánico, o miedos incontrolables, o momentos en que estamos tensos porque estamos asustados. Pero, ¿qué es realmente el miedo y cómo podemos controlarlo?
El miedo es un mecanismo y una energía que tiene diferentes funciones. Por un lado, ayuda a garantizar tu propia supervivencia. Ni más ni menos. Mientras exista el miedo, nuestro cuerpo/mente mantiene la esperanza de poder «escapar» y «salir vivo» de cualquier situación que pueda parecer amenazante. El miedo, por otro lado, es una de las energías más paralizantes, negativas y densas que pueden llegar a circular por nuestro sistema energético.
Activación del miedo
El miedo se activa cada vez que el cuerpo se siente amenazado, y en la mayoría de los casos, proviene de las primeras fases de nuestro desarrollo, cuando teníamos entre 0 y 12 meses. Es lo que nos ha hecho posible sobrevivir como bebés, ya que en nuestra primera etapa como seres humanos estamos puramente centrados en nuestro instinto y en sus necesidades, y lo único que nos importa es tenerlas completamente cubiertas, sean necesidades afectivas, de recursos alimentarios (comer o beber), de protegernos del frío o del calor, etc. Por otro lado, el miedo se nos imbuye también a través de todo tipo de estímulos exteriores, manteniéndonos siempre en el estado de tensión inconsciente por las múltiples amenazas que podemos llevar a encontrarnos en nuestra rutina diaria.
Las dos partes del miedo
Esta sensación instintiva, y a veces incontrolable, tiene dos componentes. El primero es la pura reacción inconsciente (reflejos automáticos, movimientos protectores, sensaciones internas que no controlamos, cambios en nuestros órganos como tensar los músculos, poner la piel de gallina, toser, respirar agitados, gritar, etc.) y el segundo componente es aquel que tiene la habilidad de aprender algo de la situación que está causando esa reacción.
Básicamente es este segundo componente el que termina dirigiendo nuestra vida, pues es un proceso mental que tiene la capacidad de analizar eso que nos está «asustando», pero que la mayoría de las veces copia aquello que ha registrado de otros (por ejemplo, si nuestro hijo nos ve asustarnos por algo, copiará esa reacción en su componente «de aprendizaje» y cuando le suceda a él, por puro proceso de copia, actuará igual, aunque en principio, para él, no tenga lógica).
El «hombre del archivo»
A partir de los 9-10 meses de vida ya tenemos bastante información sobre cómo actuar ante diferentes situaciones, por todo lo que hemos visto en nuestro entorno, de forma que creamos un pequeño mecanismo en nuestro interior que se encarga de analizar y decidir qué tipo de reacción debemos usar cuando nos pase algo similar.
Este «hombre del archivo», toma nota y guarda escrupulosamente en nuestra memoria (cuerpo mental) todo aquello que va encontrando en su despertar en la vida, en lo que ve en sus padres y en lo que registra a su alrededor, y, a partir de aquí, cada vez que se vea delante de una situación potencial peligrosa, echará mano del archivo para averiguar qué tipo de reacción debe usar.
Huir y protegernos
Por ello, cuando nos sentimos amenazados por cualquier cosa, nuestro archivador le dice a nuestra mente y cuerpo, a través de los diferentes programas presentes en nosotros, cómo debe actuar, según el tipo de amenaza a la que se enfrente, creando una niebla de míedo, un bloqueo, para que nos alejemos lo máximo posible de esa situación. Incluso los eventos futuros, que no han sucedido, pero que nos podrían pasar, y que podemos imaginar en nuestra mente, son igual de capaces de generarnos esa situación de míedo para evitar que nuestro cuerpo sufra, y hace que muchas veces no hagamos cosas porque percibimos algo en nuestro interior que nos bloquea el simple hecho de intentarlo.
Ese bloqueo es nuestro archivo, nuestro hombrecito interior que ha encontrado en nuestra memoria de cuando éramos pequeños, algo que podría amenazar nuestra supervivencia, por muy ilógico que ahora de mayores nos parezca, y que nos provoca esa reacción muchas veces totalmente incontrolada. A medida que nuestros miedos se van acumulando en nuestro cuerpo emocional y en diferentes partes de la psique, crecemos temiendo a muchas cosas cuya realidad objetiva no tendría porque causarnos temor alguno.
Cada vez que sientas miedo, pregúntate, ¿de qué me está protegiendo mi cuerpo? ¿es lógico? ¿de dónde nace este miedo? ¿quién o qué me lo ha imbuido? Probablemente te darás cuenta que puedes atreverte a hacer muchas cosas más de las que creías, simplemente dándote cuenta que la reacción que pudieras tener no es más que una respuesta aprendida en base a una memoria o experiencia anterior, pero que ahora puede que ya no tenga sentido ni razón de ser. Eliminando nuestros miedos avanzamos en nuestros caminos, y no hay carga más pesada en la mochila que la acumulación de estos.