Vamos poco a poco cerrando esta serie introductoria sobre numerología “actualizada” y avanzamos con el siguiente número que fue creado tras el cero, uno, dos, tres y cuatro. El campo numérico del cinco es el primero que empieza a ser usado para crear vida inteligente, avatares, y todo tipo de razas y seres donde la consciencia y la “existencia” podrán “encarnar”.
Hasta ahora, hemos seguido el desarrollo de enormes estructuras cósmicas, de los planos superiores del universo, galaxias, sistemas solares y planetas, pero ninguno de los campos numéricos existentes antes del cinco se puso en marcha, ni individualmente ni por combinatoria, para crear la materia “sólida” que luego da lugar a los diferentes tipos de seres vivos que poblamos “la Creación”.
La razón por la cual el número cinco ya se pudo usar para crear vida a través de la materia, es porque es el primer número o proceso combinatorio que permitió mezclar los elementos del universo que los antiguos filósofos conocían con los nombres del akasha o éter, agua, fuego, tierra y aire.
Los cinco elementos que forman “las cosas”
Estos nombres son conocidos para todos nosotros, porque son elementos de la naturaleza, excepto quizás el éter, pero es más bien al revés. Estos elementos son campos de energía “universales” y “cósmicos” que en cada planeta toman una expresión determinada, y lo que nosotros llamamos “agua” es la expresión material y en estado líquido del campo energético del “agua”, mientras que lo que nosotros llamamos “fuego”, es la expresión material del elemento “fuego” en la Tierra.
Estos cinco macro-campos de los elementos nacen por una combinación específica de mónadas, que, mezclándose de una manera concreta y con unas determinadas proporciones de sus características, dan lugar al elemento “agua”, mientras que otra combinación diferente de mónadas da lugar al elemento “aire” y así sucesivamente. Todos estos elementos están regidos por su propio “ser” o “consciencia”, es decir, son campos autoconscientes, siendo el “ser” del aire, aquel que rige el elemento “aire” en todo el universo, se llame como se llame en cada planeta o sistema solar, así como el “ser” del elemento “tierra” el que rige y es responsable de aquello que para nosotros es la “tierra” (rocas, piedras, arena, tierra) en nuestro planeta.
Además, existen seres de elementos “secundarios” por decirlo de alguna forma, derivados de los primeros, así que existe un ser consciente que rige el elemento “metal” (muy usado en la medicina china y derivado del “ser” del elemento tierra y con proporciones determinadas de otros), así como el elemento “madera” (también usado en medicina china), el elemento “vapor”, el elemento “hielo” (derivado ambos del “ser” del agua), el elemento “electricidad”, el elemento “rayo”, el elemento “calor” (derivado del “ser” del fuego), etc.
Creados individualmente antes de ser combinados
Los campos de los elementos primarios fueron creados individualmente a partir de la energía del “uno”, de manera que se mantuvieron aislados entre si mientras no hizo falta su combinatoria global. A medida que los logos cósmicos fueron necesitando combinar diferentes “seres de los elementos” o energías de los elementos, fueron usando la combinatoria existente del dos, tres o cuatro, para planos y niveles no físicos, pero, solo al crear el campo numerológico del “cinco”, pudieron entonces finalmente mezclarse todos entre si y empezar a formar materia y formas más densas y con más nivel de precisión, pues, literalmente, hace falta una mezcla determinada de estos cinco elementos primarios para poder crear en el plano físico cualquier cosa que veamos, existe o se encuentra en este nivel de la estructura de los universos.
Luego, como hemos dicho, nacieron elementos secundarios por combinación de elementos primarios, como por ejemplo la madera o el metal, y también otros como el vapor o la electricidad, que, de nuevo, son cosas “comunes” en nuestro día a día, son “cosas” que conocemos, usamos, vemos, estudiamos, pero que, detrás, tienen campos de energía y campos de consciencia que los sustentan, y estos campos de los elementos “secundarios” nacen y fueron creados por la combinatoria de energías de los cinco elementos primarios y estos a su vez por la agrupación de campos de mónadas en diferentes configuraciones y formas.
Un sustento a la vida
Gracias al campo numerológico del cinco, tenemos la posibilidad de crear, de poner en marcha procesos que sustentan la vida tal y como la conocemos, y tenemos la capacidad de crear los cuerpos a los que nuestros Yo Superiores se enlazan para guiar y gestionar las encarnaciones, pues el alma “local” y la supralma, como componentes del “avatar” humano, también se pudo formar solo cuando ya existía el campo numerológico del cinco y se pudieron combinar partículas de “éter” o “akasha” con partículas del elemento aire y fuego principalmente, para formar este cuerpo álmico que todos poseemos.
Así, a nivel de estudios numerológicos, las cualidades del cinco que resultan de la conexión de los arquetipos mentales al campo de consciencia de este número están relacionadas con el dinamismo, la “frescura” (por “novedad”), la ilusión (por lo nuevo), con algo que “se mueve”, que está en marcha, que ha arrancado ya y que está en proceso. El cinco es un campo muy dinámico, induce al movimiento, al baile, al cambio, a la adaptación, al desplazamiento, y, por otro lado, lleva también al desorden, al dejar atrás cosas cuando ese desplazamiento es demasiado acelerado, a no concluir algo aun pero querer pasar a lo siguiente antes de haberlo finalizado. Es un número con energía, que salta, que se acelera y que no “para quieto”, que construye cosas nuevas y se mueve hacia adelante para construir más cosas nuevas a veces casi sin haber acabado lo anterior. Por todo esto, es un número que en nuestros resultados psicológicos y estudios de personalidad y de vida siempre nos va a indicar una fuerza que tira hacia adelante, para bien o para mal, y será cuestión de ver si es apropiado en cada momento seguirla o pararla, frenarla o acelerarla según las circunstancias personales de cada uno de nosotros.