Metafísica - Estructura de la realidad - Mente y Consciencia -  Sistema energético del ser humano 

¿Está nuestra vida predestinada?

La mayoría de las personas han pasado tiempo, en algún u otro momento de sus vidas, tratando de entender cual es la relación entre el libre albedrío y el destino, si es que existe alguna, tratando de encontrar equilibrio y balance a la pregunta de si los acontecimientos que aparecen en nuestra vida están predestinados o si por el contrario todo depende de nuestras decisiones.

Para mi, la explicación que más resuena en mi interior como cierta es la que expongo a continuación:

1. Eventos elegidos antes de nacer

Si uno no cree en la reencarnación, está fuera de toda compresión lo que explico. Tras haber muerto, uno se encuentra en los planos superiores, no físicos, teniendo que revisar su vida y sus actos. ¿Hemos cumplido lo que nos habíamos propuesto en esta vida? ¿Hemos aprendido lo que queríamos aprender? Nuestra consciencia hace revisión de los hechos y lecciones aprendidas y prepara el nuevo «plan de estudios y acción» para la próxima encarnación. Elegimos a nuestros padres según sus cualidades y su situación social, y según el entorno en el cual creemos más conveniente nacer para poder llevar a cabo los planes que nos proponemos. También elegimos a los compañeros y personas más importantes en nuestra vida que nos acompañarán a lo largo de ella.

Nuestro Yo Superior (parte de aquello que somos, junto con nuestra consciencia, alma, esencia, etc) elige entonces las situaciones y eventos por las que habremos de pasar SI o SI para llevar a cabo nuestro nuevo propósito y las prepara para que acaben llegando a nosotros en momentos clave de nuestra vida. Estos eventos están PREDESTINADOS y son los pilares que harán que al final de esta nueva encarnación, podamos evaluar o no si hemos aprendido y realizado aquello que nos proponíamos.

2. El camino de la vida y el libre albedrío

La forma más adecuada de representar nuestra vida se asemeja a un laberinto con múltiples opciones. Hay una entrada (cuando nacemos ) y hay una salida (cuando morimos). Nuestro Yo Superior pondrá en nuestro camino eventos predestinados (los puntos rojos) y nos irá guiando para que vayamos llegando a ellos y superándolos. Cuanto tiempo tardamos, y que camino escogemos para ir de un sitio a otro es cosa nuestra (el libre albedrío). Dependiendo de nuestras acciones y decisiones, nuestro Yo Superior irá haciendo ajustes para qué según el recorrido que vayamos tomando estos eventos importantes de nuestra vida acaben llegando hasta nosotros de una manera u otra. Es decir, los puntos rojos se irán moviendo dependiendo de nuestras decisiones.

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3. Avanzar o no avanzar, decisión propia

Uno puede vivir etapas del camino donde se encuentre tan a gusto que es posible que decida que ahí es donde se quiere quedar. No hay problema, por cuanto es nuestra decisión y seremos nosotros quien evaluaremos al final si fue una buena decisión o no. Lo que no cumplamos en esta vida quedará para la siguiente (si así lo decidimos). De todas maneras, aquellos que llamamos nuestros guías y nuestro Yo Superior estarán siempre mandándonos señales y empujándonos en cierta forma (hay un cierto límite en cuanto pueden influir en el plano físico, por cuanto su energía es mucho más fina y por que nuestro libre albedrío está por encima de ello), para que cumplamos aquello que nos propusimos al reencarnarnos.

4. Sincronicidad y señales

Si préstamos atención a nuestra vida, empezaremos a notar coincidencias, cosas que ocurren al azar en el momento más adecuado. Esto se denomina sincronicidad, y son eventos y situaciones puestas para ayudarnos a avanzar hacia nuestros objetivos. Si hacemos caso a las señales, llegaremos rápido y de forma fácil a todos los puntos rojos. Si pasamos de ellas (o no nos damos cuenta), es posible que pasemos más tiempo encontrando callejones sin salida, o hagamos un recorrido más largo de lo que podríamos haber hecho, para llegar de un punto a otro. Para saber reconocer las señales hay que estar simplemente atentos a esas intuiciones, a esas personas que nos encontramos de repente y que nos dicen tal o cual, a esos libros que nos llegan a las manos, etc. Hay mil formas de recibir un mensaje. Cuanto más aprendemos a reconocerlos, más patentes se hacen y más a menudo somos capaces de reconocerlos. La segunda parte consiste en actuar en consecuencia. De nada sirve que nos indiquen y aconsejen por donde ir si luego tomamos el camino contrario.

5. Todas las decisiones son buenas

Solo el hecho de decidir ya es algo positivo. No existe una decisión mala, por cuanto no decidir implica no moverse del punto del laberinto en el que nos encontramos. Por eso, no importa cual sea la decisión que tomemos, está siempre será correcta. Cuando estamos delante de una encrucijada, de dos o más caminos distintos, es muy posible que más de una decision sea buena para alcanzar nuestros objetivos (llegar a un punto rojo importante), y que otras nos hagan dar algún rodeo, pero nuestro Yo Superior nos ayudará a que en el camino en el que estemos, aparezcan las lecciones que debemos superar.

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Conclusión

Si entendemos la vida como un camino hacia delante, con una serie de objetivos diseñados de antemano por nosotros mismos antes de nacer y con libre albedrío para decidir como llegar a ellos, entonces uno comprende la necesidad de entender claramente cuales son esos objetivos, cual es nuestra misión en esta vida y de que forma podemos aprender a leer las señales que nos irán acercando a los eventos más importantes por los cuales hemos de pasar.

Sea cual sea nuestro objetivo en esta vida, lo importante es seguir siempre hacía adelante, disfrutando del camino, y cuando las cosas no van bien, pararse y preguntarse si es que hemos llegado en nuestro laberinto particular a un punto en el cual debemos andar un poco para atrás y retomar otra senda. En todo caso, en cada encrucijada nos esperan nuevas sorpresas y nuevas lecciones, y a veces los obstáculos no son más que pequeñas vallas para que aprendamos a saltarlas, ya que detrás de ellas se encuentra una situación mucho mejor.

 

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