Os decía en el anterior post:
Una de mis compañeras de la EMEDT, sentada al lado mío, había percibido y visto como me colocaban un implante etérico en la cabeza, en la pineal, justo cuando yo sentí el “tapón”. Sin más demora, conectó desde su esencia con la mía, le dio la orden de dirigir la energía a la cabeza, de eliminar el implante y de liberar mi pineal y mi chakra. En pocos minutos, yo, que no había parado ni dejado de hablar, sentí de nuevo la conexión abierta con mi Yo Superior, funcional y plena, sin ser consciente de lo que había pasado.
La esencia o mónada es el elixir de la vida alquímico, la piedra filosofal que todo lo transforma. Esta afirmación no es poética, sino que, literalmente, desde un punto de vista terapéutico físico-cuántico, ese es el efecto que produce, y por eso puede realizar este tipo de sanaciones con este potencial. Ese ha sido siempre el objetivo de la alquimia espiritual del ser humano, usar el potencial de la mónada para transformar todo lo que toca (en este caso eliminar un implante, pero sirve igual para desprogramar una esfera mental, eliminar un Yo de la esfera de consciencia o liberar una emoción atrapada en un órgano del cuerpo), oculto entre alegorías y metáforas para los no iniciados, en todos los libros de alquimia, buscando la transformación de los metales pesados en oro. Tenéis una introducción a la alquimia interior del ser humano en estos artículos de hace algunos meses, que recomiendo su lectura para que tengáis fresco el vocabulario que vamos a usar. Así que, asumiendo que lo habéis hecho, ahora vamos a explicar más en detalle estos procesos internos que nos llevan desde nuestras facetas más negativas y mundanas, a nuestra quintaesencia, tal y como se han alegorizado en todos los textos alquímicos.
Los símbolos de la alquimia
La alquimia tiene un proceso que es descrito por el siguiente diagrama, y que sirve de guía al alquimista para saber que tiene que mezclar con qué y que produce que:
Posiblemente, así visto, no tiene ningún sentido para la mayoría de nosotros, excepto quizás para entender que llegar a alcanzar, y despertar el potencial de nuestra esencia o mónada, es el objetivo final, como veis en la parte superior. El significado de los símbolos más importantes para entender el diagrama los tenéis a continuación:
Puesto que la terminología hermética emplea palabras y expresiones que no tienen relación directa con sus equivalencias en el idioma “común”, se hace indispensable definir lo que se entiende aquí por los nombres de los elementos constitutivos de la Materia prima, y de su evolución hacia el estado último: el oro, símbolo de la perfección humana, a partir de la transformación realizada por la piedra filosofal, la mónada, que puede transmutar todo lo que toca “en oro” (= puede transmutar, sanar, cambiar, purificar, todo aquello que se desea eliminar a nivel etérico, emocional, mental, causal, etc.).
Las cuatro cualidades elementales
Para entender el diagrama y los pasos de la alquimia en el ser humano, hemos de comprender primero por separado sus componentes, empezando por las cualidades básicas de todos aquellos elementos, metales y materias que queremos transmutar, y que son:
– Frío: es la cualidad que da origen a la condensación del elemento sobre el que se aplica, y se manifiesta por la ausencia total o parcial de vibración en ese elemento, cuyo efecto es de coagular o de cristalizar aquello que está siendo trabajado. Su acción es astringente, fijadora, retardante, cristalizadora, coaguladora, etc.
– Húmedo: es la cualidad que genera en el elemento a transmutar una vibración de naturaleza atractiva, mutable, inestable, que, entonces, se flexibiliza, ablanda, relaja, humedece, etc., permitiendo que se pueda empezar a manifestar los cambios en ella (por ejemplo, cuando una energía negativa condensada en el cuerpo emocional empieza a ablandarse). Cuando el efecto de la humedad (como cualidad o estado) penetra los átomos de la materia a transformar, permite su disgregación y separación. Su acción es templadora, suavizante, emoliente, dispersante, etc.
– Seco: es la cualidad que inicia la reacción y el cambio en un elemento o materia a transformar, se manifiesta por una vibración de naturaleza retenedora, exaltante, irritante, que contraría (genera un cambio de naturaleza opuesta al estado presente). Su acción es retractiva.
– Caliente: finalmente, es la cualidad y el estado que se traduce por una vibración de naturaleza expansiva, dilatante, enrarecedora, que provoca la evolución de los átomos y las cargas energéticas de aquello sobre lo que se está trabajando. Su acción sobre la materia prima es vitalizante, de cocimiento, estimulante y dinámica.
En el ser humano, estas cuatro cualidades combinadas entre si dan como resultado una amalgama de formas emocionales y mentales “negativas”, la mayoría, parte de la materia prima a ir transformando en nosotros para limpiar nuestros cuerpos sutiles y energéticos, tales como:
Frío: genera impasibilidad, escepticismo, egoísmo, deseo pasivo de sumisión.
Húmedo: genera pasividad, variación, asimilación, deseo activo de sumisión.
Seco: genera reacción, oposición, retención, deseo pasivo de dominación.
Caliente: genera expansión, entusiasmo, acción, deseo activo de dominación.
Los Cuatro Elementos
Una vez visto estas cuatro cualidades fundamentales, veremos los cuatro elementos sobre los que se basa la naturaleza de todo lo que existe, que todos ya conocéis, y que sientan las bases sobre la cual el proceso alquímico de transformación humana tiene lugar. Aunque hablemos de estos elementos como algo que todos asociamos a “cosas físicas”, se trata de energías arquetípicas, estados vibracionales, que, luego, evidentemente, tienen su contrapartida en el elemento “físico” que representan. El elemento “Fuego”, no es el fuego físico de una cerilla o una hoguera, aunque este último nace de la energía del elemento “Fuego”. Las energías y principios de estos elementos son producto de la combinación de las cuatro cualidades fundamentales que hemos visto antes, que los producen de esta forma:
Elemento Tierra: La acción reactiva que posee la cualidad “seca” de cualquier energía o materia, al ser aplicada sobre la cualidad “frío” divide a este último, evitando su total fijación y transformación, de lo que nace el elemento Tierra, como principio condensador y receptor de otras formas de materia.
Elemento Agua: La acción refrigerante, coaguladora, atónica y fijadora de la cualidad Frío sobre Húmedo le da espesor a este último, lo aposenta y lo transforma en Agua, principio de circulación y movimiento de la energía y la materia.
Elemento Aire: La acción expansiva, dilatante y rarificativa de la cualidad Caliente aplicada sobre la cualidad Húmedo, lo transforma a este último en Aire, principio de la atracción molecular.
Elemento Fuego: La acción reactiva, retenedora, exaltante e irritante de la cualidad Seca sobre la cualidad Caliente lo transforma a este último en Fuego, principio de dinamización violento y activo de la energía y la materia.
En el ser humano, estos cuatro elementos combinados, son los que subyacen y producen el tipo de formas mentales y emocionales que generan en nosotros cosas tales como:
Elemento Tierra: elemento principal de las formas de inquietud, taciturnidad, reserva, prudencia, ternura contenida o egoísmo, espíritu concentrado o pretencioso, desconfiado, reflexivo, ingenioso, estudioso, solitario, etc.
Elemento Agua: responsable de las formas de pasividad, indolencia, asco, lasitud, sumisión, inconsistencia, versatilidad, pereza, inconsciencia, incertidumbre, timidez, miedo, etc.
Elemento Aire: responsable de las formas de amabilidad, cortesía, generosidad, destreza, sutileza, iniciativa, prontitud, asimilación, ingeniosidad, armonía, etc.
Elemento Fuego: responsable de las formas de violencia, autoridad, ambición, entusiasmo, presunción, orgullo, irascibilidad, ardor, fervor, valentía, generosidad, pasión, prodigalidad, fogosidad, vanidad, etc.
Y aquí lo dejamos de momento. Con esta primera síntesis hemos visto de dónde nacen las cualidades a transmutar a nivel energético en el ser humano, que son llamadas metales, en lenguaje alquímico, y como todas estas formas, cualidades y energías negativas que hemos descrito, son producto de la combinación de los cuatro elementos primarios de la Creación con sus cuatro cualidades o estados básicos. Ahora nos falta ver en el siguiente artículo que sucede al combinarlos, y como seguían trabajando los alquimistas para llegar a tener acceso a su piedra filosofal, su mónada o esencia, que les permitiera hacer la transmutación de todo ello, en ese tan buscado «oro».